Viernes, 07 de Noviembre 2025, 10:37h
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Hay periodistas que hacen preguntas para rellenar minutos de emisión. Y luego está Amy Goodman. Ella pregunta para abrir grietas, para que entre el aire, para que la verdad, por incómoda que sea, no se asfixie entre titulares complacientes y silencios bien pagados.
Frente a las redacciones menguantes, su trabajo se alza como un contrapeso esencial, una demostración de que el periodismo independiente no es un capricho romántico, sino el oxígeno de la democracia
Desde hace más de tres décadas, Goodman ha informado desde las líneas del frente de los conflictos más oscuros, los desastres naturales más devastadores y los movimientos sociales más invisibilizados. Lo ha hecho con un micrófono, una libreta y una convicción inquebrantable: que la voz de los olvidados merece sonar tan fuerte como la de los poderosos. Su trayectoria es un mapa de lugares donde pocos periodistas se atreven a llegar y de historias que casi nadie quiso contar.
Su reportaje sobre Timor Oriental, en 1991, es una de esas historias que deberían enseñarse en todas las facultades de Periodismo. Allí, en medio de la masacre de Santa Cruz, Goodman fue brutalmente golpeada por las tropas indonesias mientras grababa a cientos de civiles desarmados siendo asesinados. Su cámara, su cuerpo, su mirada: todo se convirtió en testimonio. No retrocedió entonces, ni lo ha hecho nunca. De esa experiencia nació la periodista que, más que buscar la noticia, busca la verdad, aunque duela, aunque incomode, aunque no encaje en el horario de máxima audiencia.
El documental Steal this story, please! –dirigido por Carl Deal y Tia Lessin y producido por Karen Ranucci con innumerables aportaciones de seguidores de Democracy Now!– sigue precisamente ese recorrido vital y profesional. Desde la nieta ingeniosa y rebelde que aprendió a cuestionarlo todo hasta la periodista intrépida que no se deja amedrentar por nadie. A través de un acceso inusual a los bastidores de Democracy Now!, los directores capturan la esencia de un compromiso inquebrantable: el de mantener viva una voz independiente en un mundo mediático cada vez más domesticado.
Democracy Now! no es sólo un programa de noticias: es un acto de fe. Desde un modesto estudio de Nueva York, Goodman y su equipo transmiten cada día una visión del mundo libre de los filtros de las grandes corporaciones mediáticas. Frente a las redacciones menguantes y las agendas publicitarias, su trabajo se alza como un contrapeso esencial, una demostración de que el periodismo independiente no es un capricho romántico, sino el oxígeno mismo de la democracia.
El documental, presentado recientemente en el Woodstock Film Festival –donde obtuvo el Premio del Público–, logra algo muy difícil: convertir una carrera periodística en un relato humano y cinematográfico. Lo hace con urgencia, inspiración y un humor inesperado, sin caer nunca en la hagiografía ni en la nostalgia. Steal this story, please! es, a la vez, una celebración del legado de Amy Goodman y un recordatorio punzante de lo que está en juego cuando la verdad se encuentra bajo asedio. En cada plano del filme, en cada fragmento de archivo, hay una misma energía: la de una mujer que nunca ha dejado de preguntar. Que se resiste a la indiferencia. Que no busca gustar, sino entender. Y hacer entender.
Mientras el ruido mediático crece y las certezas se disuelven, ella sigue ahí, frente a un micrófono o una cámara, con esa calma feroz y esa obstinación luminosa que la define. Preguntando, siempre preguntando. Como si supiera que cada pregunta, por pequeña que parezca, puede ser la grieta por donde se cuela la luz. Y el mundo hoy más que nunca necesita la luz de Amy.
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