La primera latin queen de España Mariah Oliver «Nadie me tosía. Si decía que había que hacer algo, se hacía»

Ocupó los grados más altos que una mujer puede alcanzar dentro de una banda latina: Reina y Madrina. Condenada en 2006 por pertenencia a los Latin Kings, aprovecha hoy su experiencia y conocimiento (contados en un libro) para intentar acabar con la violencia que rige la vida de estos grupos. La escuchamos.
Fue la primera. Cuando Mariah Oliver se hizo pandillera, a nadie en España le preocupaban las llamadas 'bandas latinas'. La rama española de los Latin Kings fue la pionera. Por participar en su fundación, en 2000, Oliver recibió el título de 'madrina', al que pronto sumó el de 'reina', rango que, a sus 19 años, le concedía gran influencia en una organización mayoritariamente formada por hombres. En el tiempo que permaneció activa en la banda, hasta su detención en 2006 –por pertenencia a 'asociación ilícita'–, llegó a liderar su rama femenina: las Latin Queens.
Su trayectoria como pandillera presenta contradicciones, vaivenes y disyuntivas morales, pero, 23 años después, asegura haber arreglado cuentas con su pasado. Hoy, su conocimiento de primera mano de ese mundo le permite tratar de igual a igual con los miembros de su antigua banda y otras como la Ñeta, los Dominican Don’t Play (o DDP) o los Trinitarios, rivales de sus Reyes Latinos.

Son organizaciones que acumulan en España un historial delictivo asociado a decenas de asesinatos e incontables reyertas a machetazos, cuchillos y armas de fuego. Solo por pertenecer a una de ellas pueden caerte cinco años (a Mariah le cayeron dos). De ahí que el hermetismo, ante semejante amenaza, sea total.
Mariah Oliver es, por ello, una excepción, un caso único. Su pasado le proporciona una posición privilegiada para acercarse a los jóvenes de esas bandas y, en especial, a las chicas. «Ven en mí un ejemplo positivo, una evolución posible –explica sentada en el jardín de su casa, donde recibe a XLSemanal–; intento mostrar que se puede trabajar por las mujeres y la juventud latina desde otra posición».
A sus 41 años, es madre de tres hijos, etnógrafa, investigadora social y mediadora en Transgang, un proyecto europeo para implicar a las bandas en la búsqueda de alternativas a esa violencia que las ha hecho célebres. Incluso ha declarado como experta ante la Asamblea de Madrid y prepara una tesis doctoral sobre el papel y la situación de las mujeres en las bandas.

Habla de todo ello en Latin Queen: ascenso, caída y renacer desde el corazón de una banda (Ediciones B), un libro biográfico escrito desde las tripas que habla de violencia, machismo y violaciones, pero también de paz, mediación y soluciones.
XLSemanal. ¿Se considera todavía una latin queen?
Mariah Oliver. A ver, esa etapa quedó atrás. Hoy hay gente que me respeta ese estatus, pero yo solo quiero entenderme con los miembros del grupo y trabajar con ellos para alejarlos de la violencia.
XL. ¿Quiere decir alejarlos también de las bandas?
M.O. No, ese no es el objetivo. La cuestión no es acabar con las organizaciones, sino detener la espiral de violencia y ayudar a cambiar determinadas actitudes. No hay que dejar de ser latin, ñeta, trinitario o DDP para conseguir un trabajo o formar una familia. Se trata de mostrar alternativas y ofrecerles recursos que amplíen sus perspectivas.
XL. Hábleme de usted. ¿Cómo era su vida antes de participar en la fundación de los Latin Kings?
M.O. Bueno, yo crecí en la sierra de Madrid entre peleas de nazis y antifascistas. Y en alguna ocasión acabé recibiendo. Por otro lado, me gustaba el rap y esa cultura urbana que en España no había calado aún. Y cuando llegaron los primeros ecuatorianos me sentí atraída. Además, también los atacaban los nazis.

XL. ¿Esa fue su conexión?
M.O. Supongo que influyeron problemas familiares y otros propios de la adolescencia, pero sí, esas experiencias determinaron mi camino. Buscaba un grupo al que pertenecer. Y entonces el que sería líder del grupo me habló de los Latin Kings; de justicia social y activismo; de defensa de derechos, de solidaridad... No fui una pandillera al uso. No pasé pruebas de ingreso y fui madrina desde el primer día.
XL. El documento fundacional que escribieron no aludía a rivalidades ni a la violencia, pero pronto empezaron a pelearse con la Ñeta. ¿Cómo reaccionó?
M.O. Bueno, yo no entendía nada. Cuestionaba a los demás: «A ver, vale que nos peguemos con los nazis, pero ¿la Ñeta no es de nuestro bando?». Y te explicaban que la rivalidad venía de Ecuador y que había que mantenerla, lo cual me parecía absurdo.
XL. ¿Pensó en salirse?
M.O. Salir no, pero me aparté. Además, los jefes se trasladaron a Madrid y yo me concentré en mis estudios de Laboratorio de Imagen. Saqué las mejores notas de mi clase, conseguí una Eurobeca y me fui a Irlanda un verano a hacer prácticas.
XL. En 2003, su líder, Eric Velastegui, King Wolverine, fue detenido por violar a una mujer delante de su novio en la Casa de Campo. ¿Tampoco eso le hizo dejar la banda?
M.O. Fue un golpe brutal, desde luego. Y en cuanto supe la verdad corté todo contacto. Confiaba en él, siempre se había portado bien conmigo, creía conocerlo, pero...
XL. Pero, en lugar de irse, se puso al frente de las Latin Queens...
M.O. Sí, pero no lo busqué. Como te digo, andaba desconectada y un día tres chicas, unas niñas en realidad, llamaron a mi puerta. Querían que las amadrinase para ingresar. Y me despertaron algo dentro, un instinto de protección.
«La policía debe perseguir a quien comete un delito, pero necesitamos identificar a los líderes que tengan voluntad de parar la violencia»
XL. ¿De verdad pensaba usted que podía protegerlas en un grupo con un líder violador?
M.O. Pensé que quizá pudiera aportar algo bueno. Así que me involucré de nuevo, pero del lado de las mujeres. Decidí aprovechar mis títulos de madrina y reina, que nunca me habían importado, para tirar del grupo hacia otro lado. Y acabé al frente de las reinas de media España.
XL. ¿Y qué hizo para proteger a las chicas?
M.O. Alejarlas de las reyertas y defenderlas del sector masculino. Me encargaba incluso de que no faltasen a clase y de que llegasen a casa a la hora que dijese su familia. Formamos un club de lectura, practicamos boxeo, salíamos... Eliminé las bofetadas con que se las castigaba y las diferentes varas de medir las ofensas que había para chicos y chicas.
XL. En algunas bandas, las mujeres deben tener sexo con miembros del grupo para entrar...
M.O. Sí. En las maras Salvatrucha y Barrio 18, en Centroamérica, había dos formas de acceso: aguantar una paliza, como los chicos, o ser violada en grupo. Y, claro, a estas después no las respetaba nadie. Pero eso es exclusivo de las maras.
XL. Pero ¿es algo que los demás daban por supuesto sobre usted?
M.O. Bueno, los medios dijeron que yo era la pareja del líder. Y aún me persigue esa mentira.
XL. ¿No hay chicos que abusan de su poder con las chicas?
M.O. Claro, pero no por ser Latin Kings. Hay hombres que aprovechan su posición de poder para conseguir sexo en la universidad, el cine, los negocios, la Iglesia… y en las bandas.
XL. De acuerdo, pero DDP y Trinitarios van mucho más allá: distinguen entre mujeres 'respetadas' y 'usadas'…
M.O. Así es. Es puro control: las 'usadas' son objetos sexuales al servicio de los chicos –las 'putas'– y las 'respetadas' son las que son tan duras como ellos. Pero esto no lo inventan las bandas. Esta discriminación proviene de las religiones: «O virgen/santa o puta»
XL. Y a usted, ¿cómo la trataban los otros latin kings?
M.O. Nadie me tosía. Si decía que había que hacer algo, se hacía. Si me quejaba de maltrato a una chica, alguien podía perder su rango. Ponía mis galones sobre la mesa, que para eso estaban. Y nunca pedí castigos físicos para nadie. Obligar a un chico a disculparse ante una chica con el grupo mirando ya era suficiente.
XL. ¿Qué diferencia hay en las reglas para chicos y chicas?
M.O. Bueno, muchos quieren que las chicas estén sometidas. Yo me opuse a que se les imponga un horario para estar en casa y les digan cómo vestirse, a que tras una ruptura con un miembro del grupo se las obligue a observar un 'luto' mucho más riguroso que a los chicos... cosas así.
«Ser homosexual es para ellos una aberración. También rechazan hablar de sexo y prevención: al final tienes a niñas embarazadas con 14 años»
XL. DDP y Trinitarios ocupan cada vez más espacio. ¿Qué lugar ocupan hoy los Latin Kings?
M.O. Cuando se habla de 'grupos más activos', se relaciona actividad con violencia. Y como DDP y Trinitarios están enfrentados, son los que salen en los medios. Latin y Ñetas llevan más tiempo recibiendo atención desde las asociaciones que trabajan con jóvenes y se ha hecho una gran labor de pacificación. Como no se pelean, nadie habla ya de ellos, pero siguen ahí.
XL. ¿Qué diferencia a Latin y Ñetas de los otros grupos?
M.O. Bueno, todos nacieron en Estados Unidos, pero ellos lo hicieron con un enfoque social de defensa de una comunidad. Con el tiempo, todo se desvirtuó, pero esas bases –escritas incluso– te permiten recordarles sus valores originales. Trinitarios y DDP carecen de esa profundidad fundacional. Además, están divididos por zonas, no hay jerarquía nacional y esa dispersión dificulta su pacificación.
XL. ¿Qué los distingue en cuanto al trato a las mujeres?
M.O. De eso hablo en mi tesis: comparo a las Latin Queens con maras, DDP y Trinitarios. Los Latin son la única banda donde las mujeres tienen una posición propia. Eso las hace más fuertes, porque en las otras no es posible la pertenencia, son chicas del entorno, parejas que van y vienen.
XL. Así que jamás habría llegado tan lejos en otros grupos...
M.O. Sin duda. Es un error tratar a todas las bandas igual. Sobre todo si pretendes llegar a ellas para modificar ciertas conductas.
XL. ¿Hay homosexuales en alguna de las bandas?
M.O. Conocí a un chico que andaba con las chicas de los DDP, pero no era miembro. El homosexual es para ellos una aberración. También bebe de ahí el rechazo al aborto y a hablar de sexo y prevención, con lo que al final tienes a las niñas embarazadas con 14 años.
XL. En algunos barrios de Madrid, los agentes paran constantemente a los jóvenes latinoamericanos. ¿Qué efecto produce esto en esos chicos?
M.O. Esto de «todos los jóvenes son sospechosos» genera rabia y odio, da alas al discurso victimista de los jefes, alimenta la atracción hacia las bandas y dinamita la labor de integración que los agentes sociales intentamos hacer.
«En algunas bandas, las mujeres son usadas como objetos sexuales. Están las 'putas' y las 'respetadas'. Es puro control»
XL. ¿Cómo se media con líderes a los que persigue la Policía?
M.O. No puedes. La Policía debe perseguir a quien comete un delito, pero, como la ley dice que ser miembro de una banda ya es delito, nadie da la cara. A nosotros nos interesa identificar a quienes puedan ejercer un liderazgo positivo y tengan voluntad de parar la violencia. Pero son líderes que pierden credibilidad ante el acoso policial. Hoy es difícil hallar con quien mediar, con quien hablar.
XL. ¿Este abordaje policial tiene en cuenta que la mayoría de los miembros son menores?
M.O. Bueno, ese es el problema. La adolescencia es como Las Vegas: lo que pasa allí se queda allí, porque un adolescente no tiene la capacidad de proyectar las consecuencias futuras de sus actos. Hay chicos de 14, 15 o 16 años que han causado muchísimo daño y deben pagar por ello, pero si no les ofreces reeducación y alternativas seguirán haciendo daño toda su vida. Hay asesinatos, reyertas, heridos..., pero preguntémonos: además de perseguir el crimen, ¿no deberíamos solucionar los problemas de fondo?
XL. ¿Cómo ve el futuro?
M.O. El camino es apoyar lo que ya se hace. ¡Aprovechemos eso! Siéntense con quienes ya trabajamos con los jóvenes día a día porque le ponemos esfuerzo, dedicación e ilusión y siempre nos dan con la puerta en las narices.
Las mujeres en las bandas, una historia de sumisión
El poder en las bandas es cosa de hombres, pero son muchas las chicas que también quieren formar parte de ellas. «Se sienten atraídas por la romantización de todo aquello que rodea a la violencia: dinero, fama, ropa, música, sexo, ser la novia del malote...», reflexiona Mariah Oliver, que prepara una tesis sobre el papel de las mujeres en las bandas. En España, sin embargo, solo los Latin Kings admiten mujeres como miembros del grupo –las Latin Queens, que Oliver lideró antes de ser detenida en 2006–, así que muchas se acercan para convertirse en novias o amigas de los pandilleros. Según cuenta Oliver, muchos chicos se aprovechan de esto para tener sexo con las chicas a cambio de un ingreso que nunca se produce. Hay también testimonios de violaciones individuales o grupales bajo este mismo engaño. Aunque no sean miembros, entre las chicas también se crean jerarquías en función de su proximidad a los líderes. Se les suelen asignar entonces papeles como informantes y reclutadoras, así como la custodia de las armas cuando van de 'caza', ya que los agentes masculinos no pueden cachearlas.
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