Así lo ven sus amigos 'de toda la vida'
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Así lo ven sus amigos 'de toda la vida'
Viernes, 06 de Septiembre 2024, 10:17h
Tiempo de lectura: 12 min
Cuando los duques de Sussex se separaron de la monarquía en 2020, sobre el papel, Enrique de Gales consiguió todo lo que quería: independencia financiera y la libertad de vivir con su familia lejos de las presiones de la realeza. Pero la transición de pasar de ser el príncipe Enrique a ser el 'príncipe de Montecito' (en referencia a la zona residencial de California donde viven) ha tenido dolorosas consecuencias: se ha roto el vínculo con su hermano, la relación con su padre es más tensa que nunca y el trato con el resto de la familia real ha sufrido un daño tremendo como consecuencia de toda la artillería que Enrique ha disparado desde que se fue a Estados Unidos.
El 15 de septiembre, Enrique cumplirá 40 años y las personas más cercanas a él dicen que está en una encrucijada. Después de publicar su autobiografía, En la sombra, el libro de no ficción más vendido de la historia, parece dividido entre luchar contra los viejos demonios o seguir con su vida. «Todo lo que hace es pasar el tiempo mirando al pasado», me dice un exasesor de Enrique. Y algunos que lo han conocido desde sus días en el Ejército, el momento que parecía tener más sentido para él, piensan que debe de estar preguntándose: «¿Adónde voy desde aquí?».
Sus amigos no creen que las cosas hayan salido como él quería. «Sé lo importante que es para él tener una vida familiar asentada, pero, si eres él, tienes que hacer algo más que eso», dice una fuente que conoce a Enrique desde su adolescencia. «Ha acabado aislado de su familia y de la mayoría de sus antiguos compañeros en un momento en el que forjar amistades no es como cuando eres joven. Le encantaba ir al pub y pasar el rato en el campo con sus amigos. Tal vez se haya convertido en una persona diferente, pero el Enrique que yo conozco no creo que quiera acabar en ese exilio dorado en California».
Los Sussex viven en Montecito en su casa de nueve dormitorios de 15 millones euros con vistas al Pacífico, con Gwyneth Paltrow y Katy Perry como vecinas. Meghan sigue tratando con sus amigos del colegio y de su época como actriz, pero Enrique ha tenido que hacer nuevas amistades. Al parecer, se relacionan mucho con el magnate de la música David Foster, de 74 años, y su esposa, Katharine McPhee, de 40, una amiga de Meghan que dice que Enrique y su marido son «como padre e hijo». Pero ¿qué pasa con los amigos de Enrique que fueron sus confidentes durante décadas? Todavía está en contacto con Charlie van Straubenzee, un amigo de la escuela, y Mark Dyer, que fue su asistente; ambos son padrinos de Archie, el hijo de Enrique. Pero muchos no pueden perdonar su decisión de airear los trapos sucios de la familia. Después de que se publicara En la sombra, uno de sus amigos más cercanos me dijo: «No puedo creer que se rebajara tanto. Es escandalosamente desleal. ¿Oprah, Netflix... ¡y luego el libro!? Hasta aquí hemos llegado».
Otra amiga insiste en la misma línea: «Enrique y Meghan podrían haberse ido con dignidad y decencia y no haber atacado a la institución. La conclusión es que han destrozado a su familia para ganar dinero». Uno de sus amigos desde hace más tiempo es aún más tajante: «Es un chico enfadado. Las cosas no han salido como él quería. Creo que echa mucho de menos estar en Gran Bretaña. Lo que le gustaría es ser admirado y querido, como lo son Guillermo y Kate».
Una encuesta a principios de este año mostró que Kate, la princesa de Gales, es el miembro de la realeza más popular, seguida de su marido. Enrique y Meghan languidecen al fondo; solo el príncipe Andrés es menos popular entre los británicos. Pero el alejamiento de Enrique de sus amigos comenzó incluso antes de mudarse a Estados Unidos. Una fuente que trabajó con él cuando ya había empezado su relación con Meghan recuerda: «Fue triste. Solía tener muchos amigos que venían a verlo, compañeros del Ejército, amigos del polo, y un día se fueron. Y los que entraron fueron el gurú del yoga, el coach del bienestar... todo el mundo diciendo que teníamos que comer menos carne y volar menos... pero ellos no dejaban de tomar jets privados. Era asombroso».
Harry puede resignarse a perder algunas amistades, pero el vínculo familiar roto es una herida abierta. Poco antes de publicarse En la sombra, en una entrevista en ITV, Enrique dijo: «Me gustaría recuperar a mi padre y a mi hermano, pero no han mostrado ninguna voluntad de reconciliarse».
El comentario desconcertó al entorno del rey y Guillermo, porque para entonces ya se habían filtrado algunas copias del libro en el que Enrique afirma que Guillermo lo atacó físicamente y lo tiró al suelo en la cocina de Nottingham Cottage durante una discusión sobre Meghan en 2019; retrata a Carlos como un padre emocionalmente atrofiado que se casó con Camilla a pesar de las súplicas de sus hijos para no dejarla ocupar el papel de «madrastra malvada», y asegura que está celoso de la popularidad de sus hijos.
Así que, cuando el 8 de septiembre de 2022 la reina Isabel II murió, las tensiones familiares estaban en un punto de ebullición. Y se notó. Enrique se sintió profundamente herido por algunas de las decisiones de su padre en el funeral. Carlos no le dejó usar el uniforme militar durante el periodo de luto, a excepción de la vigilia en Westminster, sobre la base de que ya no es un miembro activo de la familia real, y en su uniforme no pudo lucir las iniciales 'ER' ('Elizabeth Regina') de su abuela. Hasta Andrés, el duque de York, que ya no tiene título de alteza real, [por su implicación en el caso del depredador sexual Jeffrey Epstein], pudo conservar las iniciales en su uniforme. Un amigo de Enrique me dice que eso «le partió el corazón».
Aun así, mantiene vivas sus esperanzas de reconciliación. Cuando Carlos reveló en febrero que padecía cáncer, voló inmediatamente al Reino Unido para visitarlo, una reunión que duró menos de 45 minutos. «Cualquier enfermedad reúne a las familias», dijo Enrique. Sin embargo, no hubo encuentro alguno cuando él regresó a Londres en mayo para el décimo aniversario de los Juegos Invictus, un acontecimiento deportivo para militares veteranos heridos, creado por Enrique, que es la iniciativa de la que se siente más orgulloso.
El portavoz real insinuó que el rey estaba demasiado ocupado para recibir a Enrique. Pero lo que sucedió es más complejo. El rey había aceptado la solicitud de Enrique para hospedarse en una residencia real, pero el príncipe se quedó en un hotel. Argumentó que no contaba con la seguridad adecuada, lo que era desconcertante porque le ofrecieron un espacio en el palacio de Buckingham. Pero el tema de la seguridad es ya una batalla legal que enfrenta a Enrique con el Ministerio del Interior y ha disparado la tensión entre padre e hijo.
El príncipe perdió su derecho a la protección policial las 24 horas del día cuando renunció a trabajar para la familia real y poder así desarrollar sus propios negocios. Todavía recibe protección, pero 'a medida', lo que él considera insuficiente; dice que no es seguro llevar a Meghan y a sus hijos al Reino Unido en esas condiciones. El asunto está en los tribunales. Un primer fallo determinó que no había nada ilegal en la decisión de rebajar su seguridad y, en febrero, el Tribunal Superior ratificó ese fallo. Enrique ya ha anunciado que va a volver a apelar. Cree que su padre podría interceder ante el Ministerio de Interior, pero Carlos se niega. Amigos del rey señalan que sería «totalmente inapropiado» que interviniera en un proceso judicial.
Pero ni siquiera de este problema puntual habla con su hijo. Un amigo de Carlos lo explica: «El problema es que el rey y otros miembros de la familia temen que si tienen una charla con Enrique aparecerá en la segunda parte de En la sombra. ¿Cómo recuperas esa confianza?». Desde luego parece poco probable que el 'permafrost' entre Guillermo y Enrique se descongele. Cuando la princesa de Gales contó en marzo que padecía cáncer, noticia que Guillermo no compartió con su hermano, fuentes cercanas a los Sussex dijeron que ellos se pusieron en contacto con Guillermo. Pero ese contacto no fue recíproco. Guillermo no parece dispuesto a perdonar a Enrique sus ataques a Kate en su autobiografía. Los amigos del heredero dicen que «este año está centrado en su esposa, sus hijos y su padre. Su hermano no es tema de conversación».
Enrique también está ahora centrado en sus hijos, Archie y Lily, pero quiere ser reconocido, además, por su trabajo humanitario. En lo más alto de su agenda está mantener el éxito de los Juegos Invictus y su vinculación con el Ejército. Pero incluso esto fue objeto de controversia hace dos meses, cuando el canal de televisión ESPN le otorgó el premio Pat Tillman por su trabajo con los veteranos. La madre de Tillman, un jugador de fútbol americano que renunció a su carrera tras el 11-S para alistarse en el Ejército y murió en Afganistán en 2004, expresó su consternación porque se premiara «a un individuo tan controvertido». Y lord West, exjefe del Estado Mayor Naval, aconsejó a Enrique que «se pensara muy mucho aceptar ciertos premios». Y es que en enero Enrique, aunque pilotó un helicóptero Apache del Ejército en Afganistán, fue objeto de burla en muchos cuarteles militares por su decisión de asistir a los premios Living Legends of Aviation en Beverly Hills, donde recogió una medalla de oro, por sus «importantes contribuciones a la aviación», de la mano de John Travolta.
Los Sussex son más que nunca carne de parodia. Se burlaron de ellos hasta en los Globos de Oro cuando el presentador bromeó sobre cómo Netflix les paga millones por no hacer absolutamente nada. Y fue más allá: «Imelda Staunton está genial en The Crown. Su interpretación de la reina es tan buena que el príncipe Enrique la llamó y le pidió dinero». Todos rieron, hasta el director general de Netflix.
En una entrevista hace unos años, el príncipe me habló de su miedo a volverse irrelevante. «Estoy en esta posición privilegiada y la usaré todo el tiempo que pueda, o hasta que me vuelva aburrido, o hasta que George [el hijo mayor de su hermano] sea más interesante que yo», dijo. «No hay nada peor que pasar por un periodo en tu vida en el que marcas una gran diferencia y luego, de repente, por la razón que sea, ya sean los medios de comunicación o la percepción pública que hay de ti, te dejan caer. Quieres seguir marcando la diferencia, pero nadie te está escuchando».