
La travesía de Nacho Ibargüen
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La travesía de Nacho Ibargüen
Viernes, 23 de Mayo 2025, 11:14h
Tiempo de lectura: 5 min
Seguro que la conoce. Es una de las fotografías más famosas de la historia. Once trabajadores descansan sobre la viga de un rascacielos en construcción en Nueva York.... y uno de ellos, el segundo por la izquierda que le da lumbre a un compañero, es un vasco.
La célebre instantánea se tomó el 20 de septiembre de 1932, en plena Gran Depresión, sobre una viga a 250 metros de altura, y muestra a los obreros sin la más mínima sujeción –la foto se convirtió en símbolo de la Gran Depresión, cuando la gente aceptaba cualquier trabajo por precario que fuera– y destilando una incomprensible tranquilidad. Entre los protagonistas hay estadounidenses, inmigrantes irlandeses, eslovacos y, según reveló hace unos años la Asociación Muro Cultural de Balmaseda, un vasco de esta localidad vizcaína llamado Natxo Ibargüen Moneta.
El propio presidente de la asociación fue quien llevó a cabo la investigación: consultó en el archivo del Rockefeller Center –el edificio de las fotos– y en la lista de los trabajadores la posición de Ibargüen aparecía bajo un signo de interrogación. Para resolver la incógnita, la Asociación Harresi (su nombre en euskera) comprobó que Ibargüen vivía entonces en Brooklyn con su familia, trabajó en la construcción del Rockefeller Center y hallaron fotografías familiares de la época que confirman su identidad.
Ahora bien, ¿cómo llegó hasta allí? Nacido el 4 de noviembre de 1899, fue el sexto hijo de una familia de diez y, al parecer, fue un chico de lo más travieso al que le gustaba pescar en el río Cadagua al salir del colegio. Vivió en Balmaseda hasta 1919, cuando, siguiendo la estela de sus hermanos mayores, emigró a Argentina para sortear el servicio militar que, casi con toda probabilidad, le habría destinado a la Guerra del Rif contra las tribus bereberes del norte de África.
Argentina, sin embargo, no lo sedujo y, aprovechando una huelga de marinos ingleses, se enroló en un buque británico. A su llegada a Reino Unido se instaló en Bristol y navegó a diversas ciudades europeas hasta que, atraído por el sueño americano, se mudó a Nueva York. Pronto se pondría a trabajar en un sector con una demanda de empleo brutal, cuando comenzaban a elevarse los grandes edificios que dan hoy personalidad única a la ciudad.
Ibargüen se enamoró allí de una joven empleada de la embajada mexicana, vizcaína de Berango y once años menor, llamada Esperanza Ojinaga. Cuando se casaron, en 1927, ella tenía 16 años. Se instalaron en Brooklyn y tuvieron cuatro hijos: Thomas, fallecido al año de nacer; Louise, Donald (Dani) y Shirley, que murió a los cinco meses.
La presencia de Ibargüen en Lunch atop a skyscraper (Almuerzo sobre un rascacielos), título de la fotografía en cuestión, fue descubierta por casualidad.
Según Harresi, en 1958, Esperanza Ojinaga vino a Bilbao en busca de su familia y la de su difunto marido. Ella había nacido en Berango en 1911 y llegó a los Estados Unidos en 1917, con tan solo 6 años, acompañada de un tío o un primo. Esperanza solo tenía una dirección de una hermana de su marido como referencia pero, sin necesidad de móviles ni GPS, acabaron encontrándose y conociendo al resto de la familia de Balmaseda. Esperanza regresó a Nueva York pero continuaron manteniendo el contacto por carta. Así es como unos años más tarde, en 1961, llegaron a Balmaseda dos hombres, uno rubio y otro moreno, que solo hablaban inglés: eran Donald Peter (al que llamaban Dani), el hijo de Nacho Ibargüen, y un amigo. A Dani le entusiasmó el País Vasco y empezó a venir regularmente, una vez al año, aprovechando que por su trabajo –era supervisor de vuelos en la Pan-Am–, los viajes le resultaban baratos.
Dani siempre llegaba cargado de regalos para sus familiares. En uno de esos viajes, en los años 80, trajo de regalo unas camisetas de la NBA para los primos y tíos y, en agradecimiento, la mujer de uno de ellos compró en el Corte Inglés la famosa fotografía de los trabajadores en la viga del Rockefeller Center para regalársela a Dani.
Al abrir el regalo a Dani se le escaparon unas lágrimas por la emoción, pero no por el regalo en sí, sino porque «el segundo por la izquierda es mi padre». Ni él lo había mencionado antes ni la familia podía imaginarlo. Así se enteró la familia de Balmaseda de que su pariente formaba parte de la historia gráfica de Nueva York.
Dani llegó a aprender euskera y quería vivir en el País Vasco cuando se jubilase de la Pan-Am, pero la compañía quebró en 1991, y tuvo que retrasar su esperado retiro. En 1997 empezó a tener problemas de salud y murió en Nueva York de cáncer de huesos en 2000.
La fotografía, por cierto, no fue en absoluto improvisada. Al ver lo acostumbrados que estaban a caminar por las vigas, el fotógrafo –anónimo porque no está acreditada, aunque se la atribuyen a Charles C. Ebbets, que trabajó en esa construcción– pidió a los trabajadores que, a pesar de hallarse sobre el vacío en el piso 69, actuasen con naturalidad como parte de la promoción del nuevo Rockefeller Center, que se inauguraría siete años más tarde. Publicada el 2 de octubre de 1932 por el New York Herald-Tribune, Lunch atop a skyscraper se convertiría rápidamente en un icono mundial, simbolizando lo que sus promotores deseaban: la resistencia y el empuje de Nueva York y Estados Unidos tras la catástrofe del año 1929.