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¿Cómo negociar con Trump? «No tenemos que luchar contra la locura, sino ignorarla»

Olivier Blanchard

Economista, Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento 2025

¿Cómo negociar con Trump? «No tenemos que luchar contra la locura, sino ignorarla»

Fue el economista jefe del FMI y es uno de los analistas más prestigiosos del mundo, lo que le ha valido el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento 2025. Ahora, de vuelta en su Francia natal tras 40 años en Estados Unidos, clama por una 'coalición de los dispuestos', los que quieren respetar las reglas del mercado frente a la deriva delirante de Donald Trump. Y tiene propuestas concretas.

Viernes, 23 de Mayo 2025, 10:04h

Tiempo de lectura: 17 min

No hacía ni cuatro meses que a Olivier Blanchard lo habían nombrado economista jefe del Fondo Monetario Internacional cuando la quiebra de Lehman Brothers y el colapso del mercado de hipotecas subprime en 2008 desató el pánico financiero y una recesión mundial. Él fue, durante sus siete años en el FMI, uno de los encargados de evitar que el orden económico se desmoronase. Y había pocos mejor preparados. Licenciado en la Universidad de París Nanterre, doctorado en el MIT, donde luego fue profesor tras ejercer en Harvard, ha escrito algunos de los textos más relevantes sobre macroeconomía moderna y su nombre ha sonado en numerosas ocasiones para el Nobel. Ahora acaba de recibir el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Economía, Finanzas y Gestión de Empresas. A sus 76 años, es asesor de prestigiosas asociaciones económicas tanto en Estados Unidos como en Francia, a donde ha regresado tras pasar cuatro décadas 'al otro lado del charco'.

Su incuestionable prestigio –y su imponente presencia– no le impide admitir sus limitaciones. Blanchard fue uno de los pocos economistas en reconocer los errores cometidos durante la gestión de la crisis de 2008. Ya entonces advirtió de los efectos negativos del exceso de austeridad y luego reconoció, en un detallado documento técnico, que habían subestimado el aumento del desempleo y la caída de la demanda, lo que prolongó la crisis más de lo previsto. En su descargo se enfrentaban a un shock, un evento inesperado e imprevisible que alteró todas las variables económicas. Ahora, Blanchard tiene claro que nos enfrentamos a otro shock, este con nombre y apellido: Donald Trump. Es obligado hablar del presidente de Estados Unidos, pero, advierte, Trump es tan 'absorbente' que si empezamos por él no nos dará tiempo a abordar más temas... Lo intentaremos.

XLSemanal. Empecemos por la guerra comercial. Dice usted que los aranceles de Trump ni siquiera sirven para reducir el déficit comercial (la deuda generada porque Estados Unidos importa más que exporta) y demuestran, lo que es más alarmante, que Trump se comporta de un modo disparatado.

Olivier Blanchard. Eso lo has dicho tú [sonríe]. 

XL. Creo que usted empleó el término 'delirante' para definirlo.

O.B. Sí, creo que es disparatado. Pero digamos que Trump tiene un punto de vista: él cree que el resto del mundo está explotando a los Estados Unidos.

«Hay que negociar con China, India, Brasil... ya no puede ser 'Occidente contra el resto del mundo'. Ahora la situación es 'Estados Unidos contra los países dispuestos a regirse por las reglas tradicionales'»

XL. ¿Y usted cree eso?

O.B. No, claro que no. Pero si quieres prever cómo va a actuar Trump tienes que intentar entender su punto de vista. 

XL. Ahora se ha avenido a negociar esos aranceles…

O.B. Se va a dar cuenta de que el mundo no funciona exactamente como él cree. Y que no puedes imponer tu voluntad en otros países. Yo creo que, con su primer planteamiento de los aranceles, ha ido tan lejos como era posible y ahora va a recular. China tiene una capacidad de negociación mucho mayor de lo que él cree; puede hacer sufrir mucho a los Estados Unidos. Así que Trump va a hacer muchas excepciones. 

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Dejar de razonar mal. Blanchard cuestiona los aranceles de Trump desde lo básico: el déficit no es malo en sí mismo si está justificado. Pero, además, los aranceles no reducen el déficit comercial total porque desencadenan otros procesos que pueden dispararlo. «Si realmente quieres reducirlo, lo primero que tienes que hacer es dejar de razonar mal».

XL. Y Europa, ¿qué capacidad de negociación tiene?

O.B. Europa no tiene nada que pueda hacer realmente daño a Estados Unidos, pero somos un gran mercado. Si lo cerramos a las empresas americanas, se van a quejar. En Europa acabaremos teniendo algunos aranceles, pero no los que Trump planteó. Al final, en cualquier caso, él va a proclamar una victoria simbólica. Parte de la estrategia de Europa va a ser encontrar los palos y las zanahorias adecuados. Hay que darle algo con lo que pueda salir en televisión y decir «he ganado»; si serán suficientes los aranceles sobre la soja y el gas natural licuado… eso habrá que verlo. 

XL. Pero no prevé un colapso de la economía mundial, como algunos economistas han dicho. 

O.B. El escenario inicial de Trump sería catastrófico. No hay duda. Ahora parece que lo será menos, pero, al final, habrá un retroceso económico y no será tanto por los aranceles como por la incertidumbre. 

«La estrategia de Europa con Trump tiene que centrarse en encontrar los palos y las zanahorias adecuados. Hay que darle algo con lo que salir en televisión y decir 'he ganado'»

XL. Incertidumbre que lleva a que los inversores no inviertan, entiendo.

O.B. Piense en un inversor que tiene que decidir si abre una fábrica en Arizona o en México. Si considera los aranceles, optará por Arizona, pero si cree que eso puede cambiar en cualquier momento, porque la semana que viene puede haber un acuerdo con México, lo que hace es esperar. No invierte. Y si la inversión cae entre un 10 y un 20 por ciento tienes una recesión. Hay muchos factores implicados, pero, si tuviera que hacer una predicción, diría que la probabilidad de recesión es del 30 por ciento.

XL. ¿Estamos en una situación similar a la crisis de 2008?

O.B. Es similar en el sentido de que nos enfrentamos a shocks nuevos y enormes. Como en 2008, no tenemos la experiencia que nos daría los parámetros correctos para prever lo que va a pasar. Y esta incertidumbre que es Trump en sí mismo tiene efectos impredecibles.

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Los ecos de mayo del 68. Blanchard, hijo de un neurólogo y una psiquiatra, decidió que quería ser economista en mayo del 68 porque le pareció la mejor manera de cambiar el mundo. Está casado y tiene tres hijas.

XL. Y ante eso usted propone algo interesante: 'la coalición de los dispuestos'. ¿Quiénes son y a qué tienen que estar dispuestos?

O.B. Esta es mi obsesión en este momento. La mayoría del mundo aún está dispuesta a guiarse por 'las viejas reglas' del mercado. Trump es una excepción, pero la mayoría quisiera continuar con lo que había y mejorarlo: controlar el cambio climático, evitar pandemias, regular el comercio internacional y la tributación corporativa… Bien, ahora no tenemos a Estados Unidos para hacerlo, pero en la mayoría de estos asuntos podemos ponernos de acuerdo con muchos países que sí quieren. Por ejemplo, el impuesto mínimo para las multinacionales, una propuesta de la OCDE que ha sido adoptada por 40 países, todavía podemos aplicarlo, aunque Estados Unidos no quiera participar. Funcionará un poco menos bien, pero funcionará. Europa tiene mucha experiencia en negociar, y puede conseguir que entren Canadá, India… y lo tenemos que hacer asunto por asunto. Podemos hablar con China y evitar una guerra comercial.

«La unanimidad ya no existe, debemos encontrar formas de tomar decisiones que no requieran unanimidad. La creatividad de los abogados en Bruselas va a ser de mucha ayuda»

XL. ¿Pero debemos incluir a China en esos 'dispuestos'? Porque, seamos claros, China es una dictadura que ni siquiera ha permitido que Occidente vaya a investigar el origen de la pandemia, que apoya a Putin… Como socio es, cuando menos, inquietante.

O.B. Sí, pero no se trata de confiar en China incondicionalmente, sino de abordar con China asuntos en los que podemos llegar a un acuerdo. Y lo mismo con la India y con Brasil. Lo que no puede ser es 'Occidente contra el resto del mundo'. Porque ahora la situación es 'los Estados Unidos contra los países que están dispuestos, más o menos, a regirse por las reglas tradicionales'. Lo que tenemos que hacer no es luchar contra la locura, sino ignorarla. 

XL. ¿Pero de verdad nos podemos permitir ignorar a Estados Unidos? Si no tenemos ni una Defensa propia, admitámoslo. Y, país por país, la UE no está muy fuerte: la inestabilidad política en Alemania y Francia...

O.B. Sí, Merz y Macron no están en su posición más fuerte. Y sí, luego tienes Rumanía y Hungría, lo sé… Pero hay que entender que la regla de la unanimidad ya no funciona más. Así que vuelvo a la coalición de los dispuestos. En el Acuerdo de Schengen [que suprime las fronteras interiores] dijimos a los países: «Ven o no vengas, como quieras. Pero, si vienes, hay estas ventajas; si te quedas fuera, no las hay», y algunos vinieron y otros no. Con el euro, lo mismo. Eso es una coalición de los dispuestos. Necesitamos encontrar formas de tomar decisiones que no requieran unanimidad. La creatividad de los abogados en Bruselas va a ser de mucha ayuda.

La desigualdad en alza y cómo combatirla

 

«La desigualdad no es la consecuencia inevitable del progreso económico, sino el resultado de decisiones políticas y estructurales», escribe Blanchard en el libro Combating inequality, que publicó en 2021, con Dani Rodrick. En ese estudio, en colaboración con otros prestigiosos economistas, proponen diversas políticas para reducir la desigualdad, que —afirma—, además de ser injusta, lastra el crecimiento económico sostenido. Blanchard, en lo que llama propuesta ‘3×3 Matrix’, plantea abordar la desigualdad en tres fases.

 
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Educación para ascender

En la fase de preproducción, combatir la desigualdad implica mejorar el acceso a la educación, a la sanidad y al crédito de los más desfavorecidos. Sin educación es muy difícil ascender en la escalera social. Pero tampoco es posible hacerlo sin un ingreso básico y una cobertura pública de la sanidad.

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XL. ¿En qué sentido?

O.B. Por ejemplo, ahora tenemos la cuestión de los activos rusos [reservas del Banco Central de Rusia, propiedades de oligarcas rusos y otras inversiones] confiscados por la Unión Europea en respuesta a la invasión de Ucrania. Cada seis meses tiene que haber una decisión unánime de la Unión Europea para conservar esos activos. Si Hungría [su presidente, Orbán, es afín a Putin] se niega, legalmente hay que devolverlos a Rusia. Y no queremos eso.

XL. ¿Y cómo se evita?

O.B. Yo creo que la UE va a intentar hacer algo creativo antes de la próxima votación: trasladar los activos a Canadá. Es posible trasladar la propiedad de esos activos. Y hay un montón de asuntos que se pueden abordar así, creativamente

XL. Y uno de ellos debería ser la desigualdad, uno de los principales problemas actuales y que se puede ver como un problema derivado de 'las reglas tradicionales'. 

O.B. Es un asunto muy complicado. En términos generales, dentro de cada país, en los últimos 50 años ha habido una enorme reducción de la desigualdad. China, por ejemplo, ha pasado de la pobreza total a tener una clase media. Y la India también. Pero en algunos países se ha producido una creciente desigualdad en los ingresos, como en Estados Unidos, donde claramente ha habido un vaciamiento de la clase media. El problema, yo creo, no es tanto la distribución de los ingresos, sino cómo la gente ve su futuro. Hace tiempo podías pensar en 'subir en la escalera social', mientras que ahora, cuando le preguntas a la gente cómo espera estar en 20 años, no piensa en ascender: un conserje nunca va a ser CEO. Y esto está creando un enorme malestar. 

«La IA puede hacer que el 90 por ciento estemos desempleados y haya cien Elon Musk o que todos trabajemos diez horas a la semana, ganemos lo mismo y disfrutemos del tiempo libre. Todo es cuestión de distribución»

XL. Usted tiene una propuesta llamada 3x3 Matrix, que aborda cómo mejorar la distribución de la riqueza en tres fases o aspectos: la educación, las condiciones laborales, y los impuestos. Empezando con lo primero, vuelvo al ejemplo del conserje: él nunca pudo ser un CEO, pero confiaba en que su hijo podría serlo y vamos camino de que sus hijos no puedan ir ni a la universidad, cada vez más privatizada y cara…

O.B. La desigualdad en la educación es una gran cuestión. Y ya hay propuestas en este sentido. Por ejemplo, los impuestos sobre la herencia podrían estar orientados a generar ingresos para la educación de los niños más desfavorecidos, para evitar la enorme diferencia de oportunidades con la que llegan a este mundo.

XL. ¿Eso se ha planteado así?

O.B. Es una propuesta, sí: poner impuestos a los padres de los niños ricos para mejorar la educación de los niños pobres. Me parece una forma mejor de vender políticamente los impuestos sobre la herencia. Si lo haces como está ahora, que es hacer que la gente pague impuestos cuando se muere y ese dinero va a un presupuesto general y no se sabe concretamente qué pasa, no funciona, es muy impopular. Hay más posibilidades de que se entienda si se hace desde esa perspectiva: por cada donación que haces a tus hijos o a tus herederos, pongamos que, de un euro, 20 céntimos tienen que ir a ayudar a los niños que no heredan nada para que tengan una mejor educación. 

XL. ¿Hay alguna otra propuesta creativa para aumentar los impuestos a los milmillonarios y evitar esa enorme desigualdad?

O.B. Mi impresión es que en cuanto a la redistribución de la riqueza se ha progresado, excepto para los muy ricos. 

XL. ¿Y no se puede cambiar eso?

O.B. Es muy complicado.

XL. Bueno, si algo nos ha enseñado Trump es que nada es tan complicado: coges una pizarra, firmas un decreto… y, aunque no todo lo que escribes en la pizarra salga adelante, consigues que algo se mueva.

O.B. Sí, es cierto, podemos hacer cosas y se están haciendo. En Francia, el impuesto promovido por Gabriel Zucman ya se ha adoptado por la Asamblea y en un mes va a ir al Senado. Es un impuesto mínimo global sobre la riqueza de los milmillonarios. Propone computar dos impuestos, uno por los ingresos y otro por el patrimonio, y aplicas el más alto. La cuestión es qué tasa poner sobre la riqueza. Zucman dice que el 2 por ciento. Y mi sensación es que, si pones ese impuesto, muchos de esos multimillonarios se irán del país. Yo creo que el 1 por ciento es más razonable. Pero se pueden mover las cosas [véase el gráfico].

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El impuesto sobre la riqueza

Para combatir el alto nivel de concentración de riqueza, el economista francés Gabriel Zucman —catedrático en la Universidad de California en Berkeley— ha impulsado el impuesto mínimo global del 2% sobre la riqueza de los milmillonarios. 

En 2018, por primera vez, los ultrarricos empezaron a pagar menos impuestos que los pobres [como se ve en el gráfico de arriba]. Desde la década de 1960... Leer más

XL. Hablemos de tecnología y mercado de trabajo, ¿la IA nos va a mandar a todos al paro?

O.B. Cabe verlo de dos formas: la IA va a acabar con todos los trabajos o va a permitir a la gente con habilidades o posibilidades más limitadas hacer cosas más sofisticadas de lo que podrían haber hecho antes. Y esto último parece bueno. Dará más oportunidades a más gente.

XL. ¿No le preocupa que vaya a eliminar puestos de trabajo masivamente?

O.B. De nuevo, hay dos escenarios posibles y acabaremos en el medio. El primer escenario es que el 90 por ciento de la población esté desempleada y haya un centenar de Elon Musk que tienen cientos de billones. El segundo es que todos trabajemos diez horas a la semana, dejemos que los robots hagan el resto, ganemos lo mismo porque la productividad será muy alta y disfrutemos del tiempo libre. Es solo una cuestión de distribución.

«¿Se volvería loco Musk si, de sus 200 mil millones, 100 mil son distribuidos entre la población? Puede ser. ¿Se puede hacer? Si el 90 por ciento de la población lo quiere, se hará»

XL. ¡Pero si no somos capaces de hacer una distribución justa ahora, mucho menos en ese escenario!

O.B. La cuestión es si toda esa renta que generen las nuevas tecnologías va a ir a parar a solo esas personas que están implementándolas. Es una cuestión de dirigir el proceso tecnológico en la dirección correcta, de poner los impuestos adecuados.

XL. No parece que a los dueños de esa nueva tecnología les vaya a gustar lo de los impuestos…

O.B. ¿Se volvería loco Elon Musk si, de los 200 mil millones que tiene hoy, le decimos que 100 mil millones van a ser distribuidos entre la población en general? Puede ser. ¿Se puede hacer? Si el 90 por ciento de la población lo quiere, se hará. La política desempeñará un papel relevante. Si se convierte en obsceno lo que hay en la parte alta de la escalera social y solo hay desempleo en la parte baja, habrá una tremenda presión para redistribuir la riqueza. Y la presión es gente en la calle con armas. 

XL. ¿Con armas? Tampoco es un escenario deseable...

O.B. Habrá tensiones políticas. De nuevo: son dos escenarios posibles. Pero uno es realmente bueno. Yo lo veo con mi asistente. Lo que hago ahora es, en lugar de pedirle a ella que trabaje en MATLAB (una plataforma de programación y cálculo), se lo pido a ClaudeAI. Lo que a mi asistente le lleva tres días, la IA, con mis correcciones, lo hace en media hora. Y ahora a mi asistente le pido hacer otras cosas, que de momento la IA no hace. El resultado es que, en vez de trabajar ocho horas para mí, trabaja una hora. Pero le pago lo mismo.

XL. ¿Y usted cree que Elon Musk va a hacer lo mismo que usted, pagarles lo mismo a los empleados por una octava parte de su trabajo?

O.B. No creo que Elon Musk vaya a hacerlo por su amable corazón, pero si la alternativa es ir a la cárcel podría hacerlo. 

XL. Pues, bien pensado, son los mismos creadores de la IA los que se quejan de que nadie los está regulando...

O.B. Se está regulando, pero todo está ocurriendo tan rápido y es tan difícil de entender (incluso ellos no lo entienden) que ¿cómo lo regulas? Yo creo que Bruselas está haciendo un buen trabajo, dadas las circunstancias, mucho mejor que Estados Unidos. Pero es un desafío.

XL. Otro reto será qué vamos a hacer con tanto tiempo libre y cómo vamos a darle sentido a nuestras vidas, porque aún tendemos a definirnos por nuestro trabajo.

O.B. Aprenderemos. Tenemos genes europeos que nos hacen mejores para disfrutar el tiempo libre. Los americanos son mucho peores. No tienen ni idea de qué hacer fuera del trabajo.