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Una historia en imágenes
Viernes, 20 de Junio 2025, 12:23h
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Fue una princesa rebelde y a los 68 años lo sigue siendo: no se opera la cara ni se tiñe las canas. Dicen que se ha hecho algún arreglito. Pero sus apariciones son una exaltación de la aceptación del paso del tiempo. Y un ir a contracorriente.
Personalidad siempre ha tenido esta princesa marcada por las tragedias que se quedó viuda a los 33 años con tres hijos y fue primera dama de Mónaco a los 25 cuando murió su madre. Desde que se casó su hermano, Alberto, no es primera dama y tampoco heredera al trono tras nacer en 2014 los mellizos Jaime y Gabriela. Mantiene una vida discreta y se deja ver poco con sus cuatro hijos y sus siete nietos. Pero cuando aparece, deslumbra. Como hizo siempre.
Grace Kelly era una actriz famosa que ya había ganado un Oscar cuando conoció al príncipe Raniero en un rodaje en la Costa Azul. Con su boda, celebrada en Mónaco en 1956, Grace insufló glamour y atención internacional sobre el pequeño principado y además garantizó la sucesión en la dinastía Grimaldi. Carolina nació a los 9 meses de la boda, Alberto el año siguiente y Estefanía ocho años después. Cuando Carolina cumplió 18 años concedió su primera entrevista, acompañada por su madre, en el que lamentaba el trato que le daba la prensa sensacionalista, que la llamaba la «princesa rompecorazones». En 1974 le atribuyeron una docena de novios, entre ellos Carlos de Inglaterra. «No voy a muchas fiestas –aseguraba Carolina–. Parece que es así porque se me hacen muchas fotos cuando voy a una. Paso mucho tiempo en el colegio y haciendo los deberes». Lo cierto es que los Grimaldi reinaron en la prensa rosa durante años y transmitieron una imagen de armoniosa vida de amor y lujo. Pero en septiembre de 1982 llegó un mazazo terrible: Grace Kelly murió en un accidente de coche en Mónaco; con ella viajaba Estefanía. Carolina asumió el rol de primera dama de Mónaco con 25 años.
Se conocieron en París. Ella era una princesa de 19 años, estudiaba Filosofía en La Sorbona y rebosaba de ganas de fiesta. Él era un ejecutivo maduro de 35 años, hijo del presidente de Westinghouse en Francia y un consumado ligón. Ella quedó hipnotizada por el playboy y se empeñó en casarse con él a los 20 años. Philippe Junot no encajaba en el molde previsto como príncipe consorte: le llamaban ‘el emperador de la noche’. Carolina ganó el pulso a sus padres. Y se casaron, en 1978, ante 800 invitados que aglutinaban el glamour hollywoodiense y al gotha europeo con príncipes y aristócratas de medio mundo. Luego la pareja se fue a disfrutar de las exóticas playas de la Polinesia y comenzó su fabuloso recorrido por los eventos y saraos más chic del momento. Pulularon adornando portadas por el mundo: ella guapísima, él con un bronceado perpetuo. Duraron solo dos años. Se le echaron a él todas las culpas del divorcio. Pero ha sido elegante Junot: le ofrecieron fortunas por contar intimidades monegascas y rehusó hacerlo.
Carolina pasó su adolescencia y juventud entre Montecarlo y París, y Filadelfia, la tierra de su madre, Grace Kelly. Visitaba con frecuencia a sus abuelos americanos, con quienes mantuvo una fluida relación. También con los amigos de su madre, como Cary Grant, uno de los muchos actores invitados a su primera boda; entre otros, Ava Gardner y David Niven. En la foto, la princesa posa con Grant y su esposa Barbara Harris en 1983, en presencia de Bruce Jenner, entonces campeón olímpico de atletismo y ahora, como Caytlin Jenner, más conocido por ser el padre de 'las Kardashian' más jóvenes. Carolina tuvo un trato regular con Hollywood y la meca del cine se mostraba fascinada con su elegancia y estilo, que comparaban en la época con los de Audrey Hepburn, por su simplicidad y su atemporalidad.
Tras el primer fracaso matrimonial, Carolina, coleccionó novios ricos, guapos y famosos como el melenudo tenista argentino Guillermo Vilas y el apolíneo Roberto Rosellini. Hasta que llegó Stefano Casiraghi. Casiraghi no tenía sangre azul, pero sí dinero (su familia es dueña de un emporio empresarial), educación, idiomas y encanto. Se conocieron en un velero con amigos. Los dos estaban ennoviados con otros, pero eso no impidió el flechazo. Se casaron en diciembre de 1983 en una ceremonia civil discreta: ella seguía casada por la Iglesia con Junot y ya estaba embarazada de Casiraghi. Tuvieron tres hijos guapísimos y aparecían felicísimos en el papel couché. Pero de nuevo la tragedia golpeó a Carolina: Stefano murió en octubre de 1990 en un accidente de motonautica en el campeonato del mundo de offshore. Carolina se quedó viuda a los 32 años, con tres hijos pequeños. Rota.
Tras la muerte de Stefano Casiraghi, Carolina se refugia en Sant Rémy, un pueblo de la Provenza francesa. Sus hijos van a una escuela pública y ella lleva una vida tranquila, lejos de los focos. En esos años de retiro provenzal la consuela el actor francés Vincent Lindon con el que mantiene una relación. En 1996 la revista italiana Oggi publica en su portada una impactante foto de Carolina totalmente clava. Poco después acude con un estiloso turbante (que llevará durante una temporada) a la gala anual de la Fundación Princesa Grace de la que es presidenta. Se desatan la teorías sobre el por qué de su calvicie. ¿Cáncer? No ha habido desmentidos, pero se ha descartado. En la prensa rosa predominan dos explicaciones: una es depresión, la otra, estrés: Carolina ya se habría enredado en otra relación amorosa y en esta ocasión él es nada menos que el marido de una de sus mejores amigas, Ernesto de Hannover.
Ernesto Augusto de Hannover de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg, noble por los cuatro costados, príncipe y jeje de la Casa de Hannover que reinó en Gran Bretaña desde 1714 hasta 1901; primo hermano de la reina Sofía... Este novio de Carolina sí tenía sangre azul, a borbotones, pero estaba casado con Chantal Hochuli, buena amiga de Carolina, cuando empezaron su relación. También tenía reputación de ligón, y además, era irascible y muy bebedor. Y también Carolina se casó con él embarazada, en enero de 1999. Su hija Alejandra nació en julio. Y vinieron diez años de matrimonio convulso en los que Ernesto Augusto protagonizó trifulcas con fotógrafos, peleas, una fea pillada haciendo pis en la calle... En la boda de Felipe de Borbón y Letizia Ortiz, Ernesto Augusto sólo asistió al convite: 'estaba indispuesto' para acudir a la ceremonia en la catedral de la Almudena. De ahí nació la expresión 'hacer un hannover' saltarse la ceremonia e ir directamente al festejo. Carolina y Ernesto se separaron en 2009. Y así siguen. No se han divorciado. Se dice que no quieren los hijos que se disuelva ese matrimonio para evitar que haya nuevos herederos legítimos si el príncipe se vuelve a casar: Ernesto vive en Madrid y sale desde hace años con Claudia Stilianopoulos, la hija de Pitita Ridruejo.
No es frecuente ver fotos de Carolina con sus hijos mayores, Andrea y Pierre, y últimamente tampoco con su hija Carlota, lo que ha dado pie a diversos rumores sobre su distanciamiento. Pero tampoco hay ninguna información contrastada de que se lleven mal. Carlota tiene dos hijos, Raphaël (en la foto) y Balthazar, de dos parejas diferentes. Actualmente tiene una relación con el escritor Nicolas Mathieu. Aunque su presencia en el principado es muy distinta a la de su madre, Carlota demuestra el mismo estilo que ella y sin duda, su parecido físico y el de sus hijos, habla de la impronta genética de los Grimaldi.
«No es la apariencia, es la esencia. No es el dinero, es la educación. No es la ropa, es la clase», así definía Coco Chanel la elegancia. En Carolina es innata. En vaqueros, en biquini, de largo, de sport... de todas las maneras irradia siempre una clase muy especial. Chanel es presisamente su marca de referencia: ha sido íntima amiga de Karl Lagerfeld. Cierto es que tiene a mano prendas de la más alta costura y joyas despampanantes, pero hay que saber llevarlas, un saber que intenta transmitir a su hija pequeña, Alexandra de Hannover. Hay otras princesas, pero no tienen el charme de Carolina.