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JOSÉ CARLOS GONZÁLEZ
ANDÚJAR
Martes, 4 de enero 2022, 20:59
La Plaza de Abastos está viviendo una Navidad también peculiar, porque el coronavirus, y en concreto la variante Ómicron, ha dejado sus efectos negativos en el recinto y en las ventas, aunque no deja de ser un lugar predilecto para los vecinos y visitantes.
El carnicero, Francisco Expósito, ha percibido una «Navidad más tranquila» que otros años e incluso ha visto como la gente se ha retraído más en Nochevieja que en Nochebuena. Los productos cárnicos estrella en estos días son el cordero, el chuletón, el solomillo de ternera y las carrilladas. Expósito también es testigo de como las familias de la ciudad disponen de menos poder adquisitivo, circunstancia que achaca especialmente a la falta de trabajo en la ciudad, de ahí que demande a la clase política a que traiga más empresas.
Dominga y Ana Mari llevan un puesto de encurtidos en la plaza. Al principio habían depositado sus esperanzas en que la Navidad hubiera sido más bulliciosa, «pero al final ha resultado ser otra vez algo extraña» comenta Ana Mari. Han visto algo más gente de fuera, «aunque ha sido otra Navidad triste», acota Dominga, quien desea que las familias y los amigos se vuelvan a juntar como antes de la pandemia.
Falta de relevo
Manolo es miembro de una saga de pescaderos, «que hemos nacido en la Plaza de Abastos, desde que empezaron mis abuelos el negocio». Aunque reseña que la pandemia ha retraído a la gente a venir a la Plaza de Abastos, «en los días claves se suele concentrar aquí para comprar lo típico de todos los años como las patas, las gambas y las almejas». Manolo avisa que a este puesto tradicional ya le va a faltar el relevo generacional.
Sebastián Ciudad, integrante de la asociación Mercandújar (colectivo que aglutina a los vendedores de la Plaza de Abastos) constata que la gente busca la calidad, pese a los contratiempos con los que se ha topado como el virus y la amenaza al principio de la huelga de transporte.
La arjonillera Carmen Segado lleva 50 años vendiendo productos de la huerta de la zona, que gozan de mucha predilección entre los vecinos, «pese a la competencia de las grandes superficies», acota.
La frutera Loli Crespo notó que al principio de la pandemia se congregaba más gente en la Plaza de Abastos, «pero las personas mayores, nuestra principal clientela, ha ido viniendo menos por miedo al virus».
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