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Arriero, amigo, en el camino nos encontraremos

Arriero, amigo, en el camino nos encontraremos

Sus manos encalladas hablan de trabajo, esfuerzo, devoción y fe. Manos que protegen, que callan, aconsejan y guían. Su piel castigada por el sol es la huella de tantas y tantas romerías. Sus pies fuertes y seguros son la brújula que, paso a paso, lleva a cientos de romeros hacia la meta mariana.

IDEAL Andújar

Miércoles, 11 de mayo 2016, 06:28

 

Más que atalajar y preparar al animal la responsabilidad del arriero trasciende más allá. Una confianza mutua con quien tiene puesto en él el éxito de su anhelo abrileño, de la consecución del camino de sus amores. Años de experiencia que, en numerosos casos, va ligado a lazos familiares pasando de abuelos a padres e hijos.

28 años haciendo Romería lleva Antonio Vicente Santiago Flores 'Nono' quien recuerda su vinculación con los mulos y la profesión desde pequeño. Siempre pendiente del tiempo, para prepararse ante lo que pueda ocurrir y al lado de los animales que necesitan tiempo y cuidados, este agricultor y vecino de Marmolejo es un referente en la profesión.

Junto a cinco de sus hermanos cuenta con 115 mulos que preparan para realizar las subidas al Santuario por el Cordel de los Molinos. Un camino que 'Nono' sabe de memoria y bien podría desvelar de memoria sus curvas, sus peligros y secretos.

"La preparación de los mulos es muy dura. Necesitan cuidado constante durante todo el año. El momento crucial es el sábado de Romería con el acompañamiento junto a las jamugas. Herraje, afeitado y atalaje para estar muy temprano en Andújar".

Las palabras se vuelven amables y sinceras al referirse a los jamelgos que, con solo una mirada de complicidad, comprenden todo de quienes están unidos por el hilo del cariño y de los años. "No todos los mulos valen para la jamuga, ha de ser noble, estar bien domado y que responda bien a las órdenes. El mulo más antiguo que tenemos que volverá a llevar una jamuga este año va a cumplir 24 romerías".

El arriero sabe calmar y dar confianza a las que por primera vez inician el camino en jamuga. "A aquellas que desconfían o tienen miedo se les adjudica los mulos mas viejos y más pequeños. Yo las animo a que siempre a que tengan calma porque ellos se saben solos el camino".

Arriero de la Cofradía Matriz, Antonio Vicente Santiago ha guiado por años a peñas como Las Carretas, El Puro, Rincón del Arte además de a miles de particulares. La Romería es para ellos su momento más especial y de más trabajo "no está reñida la responsabilidad con la diversión, pero desarrollamos nuestro trabajo mientras todos se divierten. En muchas ocasiones hemos acompañado a jamugas y el trato ha sido fantástico, como llevamos estos años atrás. En otras ocasiones no tanto en las que solo nos dejaban beber agua y se nos dio un helado en San Ginés".

Su principal objetivo es que se llegue al Santuario "lo mejor posible que la gente disfrute del camino con el animal. A veces los jinetes abusan del mulo y eso causa que los tire o se canse demasiado. Deberían ser más respetuosos con el animal".

Jáquimas de madroños o de estambres, atalajes que, en ocasiones, escasean con la falta de artesanos profesionales que continúen en el arte del aparejo alegrando así calles, avenidas, veredas y senderos. Es el arriero el guardián de una profesión que la romería teje con celo y se resiste a desaparecer como símbolo de la más pura tradición en la que la mujer mantiene su peculiar forma de subida al Santuario sentada en la silla por excelencia de la Romería, la jamuga.

Haga frío, lluvia o calor el arriero es acompañante silencioso ida tras ida, vuelta tras vuelta con la responsabilidad de mantener una de las más arraigadas tradiciones. No hay mujer en jamuga sin mulo ni arriero, ni arriero sin experiencia.

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