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Actuación de la peña flamenca Los Romeros en el certamen de villancicos. JOSÉ CARLOS GONZÁLEZ

Una Navidad que nos apremia

OPINIÓN ·

«Hace unos días en la Peña Flamenca de Andújar se celebró el tradicional acto navideño. Se trata de un evento siempre entrañable, jubiloso y fraterno»

ALFREDO YBARRA

ZAGUÁN

Sábado, 23 de diciembre 2023, 18:04

Hace unos días en la peña flamenca de Andújar se celebró el tradicional acto navideño. Se trata de un evento siempre entrañable, jubiloso y fraterno, donde interviene el grupo de peñistas que sobresalen con holgura, con afición y aptitud en el espíritu, el donaire y en el arte de los cantes flamencos navideños. Brillante fue su actuación que a todos los asistentes nos insufló la magia alegre e ilusionante de la Navidad.

Los villancicos tradicionales aflamencados cantados a coro, los villancicos y cantes navideños por tangos y bulerías, sin faltar los villancicos del Niño Gloria o los Campanilleros. Pero sobre todo me emocioné al escuchar el eco del cantaor iliturgitano Rafael Romero, uno de los grandes del flamenco del siglo XX. Apodado como el Gallina, Rafael Romero tenía una voz aguda y muy particular, era cantaor de gusto exquisito, un flamenco internacional.

En 1973 fue galardonado con el Premio Nacional del Cante. Acompañado por Perico el del Lunar participó en la primera antología flamenca que se grabó en la historia, editada en París en 1954, premiada por la Academia Francesa del Disco y que se editó en España como Antología de Hispavox. Gracias a ello, quedó consagrado como una referencia en los cantes primitivos, como las tonás o la debla, siendo un gran conocedor de la caña, las peteneras y las serranas. Grabó una importante gavilla de villancicos, algunos realizados en estudios franceses. En ella no faltaron referencias a su tierra como los Villancicos de los aceituneros, o los Villancicos de Andújar donde por ejemplo se puede subrayar el titulado Nochebuena de Andújar (1955): «Están haciendo un convento/ detrás de Sierra Morena/ están haciendo un convento/ todo de piedra labrada/ para el Santo Sacramento/ todo de piedra labrada/ para el Santo Sacramento/ (…) (Voz: ¡Ay, Viva Andújar! ¡Pá la Virgen de la Cabeza! ¡Vamos!) (…) Si no me das vino/ no te doy licor/ ni te canto coplas/ del niño de Dios/Dale vuelta al bombo/ verás cómo suena/las campanillitas/de la Nochebuena/ ¡Que sí, que no!/ ¡María se llama/ la Madre de Dios!»

Hoy, en estos días tan consumistas, tan superficiales, y banalizados en cuanto a grandes aspectos de las fiestas navideñas, a nivel íntimo, experimento una especial sensación, mezcla de regocijo y melancolía. También me ocurre al sentir mi entorno cercano, Andújar. Las fiestas de Navidad y Año Nuevo son muestra de la cultura, de los mitos, de la religiosidad, y por tanto de la identidad. Precisamente estas solemnidades remueven esa parte de nuestra esencia que se sustenta en la familia, en el pueblo en el que nos asentamos y convivimos. La Navidad tiene sus más ancestrales vínculos con las fiestas paganas, que influyeron en su creación y con las que guarda algunas similitudes. Los evangelios no especifican el día exacto del nacimiento de Jesucristo, una fecha que el emperador Constantino, primero en legalizar el cristianismo, a principios del siglo IV fijó en el 25 de diciembre, en torno al solsticio y que conforma la llegada del invierno y donde se celebraban diferentes fiestas que tenían que ver tanto con espiritualidades preexistentes como con tradiciones que se relacionaban con la propia naturaleza, como las 'Saturnales, las 'Brumales o el 'Sol Invictus'. Esa vinculación de fechas zarandeó nuestra historia y dio una proyección universal a la Navidad, que de tan divina, religiosa, telúrica y cosmológica, estremece nuestra identidad colectiva. Andújar es la expresión común de los cercanos sentires y querencias, la esencia de nuestro ser y el acervo de una historia colectiva.

Una ciudad, un espíritu, que como ese niño Dios cristiano, como la luz del sol que vence a la noche, necesitamos que vuelva a nacer. Necesitamos que sus ilusiones y esperanzas se sobrepongan a la mirada corta, a las fútiles quimeras, que sobre los afanes excluyentes se imponga la ciudad inclusiva, moderna, renovadora, con nuevas y anchurosas perspectivas. Balzac nos enseñó a considerar la ciudad como portadora de un lenguaje, de un condicionante de conducta y pensamiento, algo a lo que debemos contribuir todos aventando un anhelo de profundos altos vuelos. Y como hoy comenzaba hablando de flamenco y sintiendo el gran misterio ecuménico de la Navidad, qué necesario sería que se hiciera realidad aquella letra que cantaba Pericón de Cádiz por peteneras: «Gloria a Dios en las alturas, / paz y alegría en la tierra/ a toda humana criatura, / cese en el mundo la guerra/ que el amor y la ternura/ la ira y el mal destierran» Feliz Navidad, hoy y siempre. Feliz Nochebuena y Feliz Navidad, desde la concordia que tanto necesitamos y desde esa vuelta a los valores más universales que acucia a nuestro mundo actual. Que la luz nueva alumbre una Andújar plena.

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