VECINOS PORTARON AYER PANCARTAS EN FAVOR DE LA DEFENSA PÚBLICA. FOTO GONZÁLEZ

Esa voz tan necesaria

OPINIÓN ·

La marcha en favor la sanidad pública y del hospital Alto Guadalquivir, que tenía lugar ayer en Andújar, me hace reflexionar sobre la voz de la ciudadanía

ALFREDO YBARRA

ZAGUÁN

Domingo, 26 de octubre 2025, 12:38

La marcha en favor la sanidad pública y del hospital Alto Guadalquivir, que tenía lugar ayer en Andújar, una queja que movilizó entre dos y tres mil personas (según quien lo cuente) de toda la comarca, me hace reflexionar sobre la voz de la ciudadanía, sobre el debate y la participación social en la vida del pueblo. Hay un rasgo distintivo de la política española, y en definitiva local, que, con las variaciones propias de cada época, se mantiene a lo largo de nuestra historia. Hablo de la profunda desconfianza de las élites políticas y sociales hacia la voz del pueblo, hacia los intereses, motivaciones y necesidades del pueblo. Actúan, eso sí, como si contaran con la ciudadanía, como si la escucharan, pero procuran distanciarse de ella. Hay que proteger sus canonjías.

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Con la llegada de la democracia se dio un monumental salto hacia adelante en cuanto a participación ciudadana en muchas cuestiones de la vida local. El asociacionismo, por ejemplo, en muchas facetas es algo consistente. Pero pasados los años imperceptiblemente se ha ido diluyendo la importancia de la voz ciudadana. El debate público, de diferentes maneras, que se daba en tantos ámbitos, en instituciones culturales; en conferencias y mesas redondas, en tertulias de diverso calado, en medios de comunicación, en otros distintos espacios ciudadanos, se ha desdibujado. Además, el maniqueísmo que hay en general, el trincherismo de las redes sociales, ha abonado el campo del individualismo y al mismo tiempo del hooliganismo colectivo que no deja hueco a un maduro debate, a espacios reflexivos.

En otros lugares era la universidad, por nuestros lares eran los institutos, tenían un peso específico que se hacía notar, aunque fuera indirectamente en no pocas órbitas locales. La vertebración social, esa cohesión y estructura de la sociedad que de alguna manera sirve como una significante expresión y conciencia del pueblo, un referente importante, un elemento moderador, para la ciudadanía y para los gobernantes, prácticamente se ha desvanecido (hay llamativas excepciones, como la marcha en favor de la sanidad pública de ayer).

El tiralevitismo, tan peculiar de estos pagos, el pesebrismo, tan denso localmente desde hace años, la censura de muchas maneras ejercida, y su consecuente autocensura, han hecho de las suyas. Mientras, algunas entidades y personajes se han encastillado en su local supremacismo ombliguista, que se ha institucionalizado.

La ciudadanía que no ha querido, ni sabido, abrir puertas a un horizonte más espacioso, se ha quedado casi sin tribunas. Y me viene a la memoria el ágora ateniense. El espacio donde el pueblo hablaba en la antigua Grecia era el ágora, la plaza pública de las ciudades-estado (polis). Ágora significa, literalmente, 'reunión' o 'asamblea', y con este nombre se designa el lugar donde se congregaba el pueblo, especialmente a deliberar, para debatir, tomar decisiones políticas, comerciar, lo que lo convertía en un pilar de la vida pública y democrática. Para conseguir que la ciudad renazca alentando ese simbólico ágora es necesario que la voz de la andujanía (ese sentimiento que hiere y espolea, que surge de la astral tierra) se infunda con fuerza, contenido y profundidad. Y eso se logra con un cambio cultural e instructivo, con una regeneración profunda de la idea que tenemos de Andújar. Necesitamos acceder a una cultura, a una educación cívica, que asegure la «formación» de ciudadanos responsables, empáticos, comprometidos con el alma de Andújar, que sumen, que quieran discernir lo que la ciudad demanda, que sepan observar por encima de las miradas cortas, egocéntricas e interesadas.

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Quiero recordar cómo a lo largo de la historia la ciudad ha sido rica en medios de comunicación, en foros de conversación, de opinión, en tertulias, en voces diversas. Aquellos debates enriquecieron la amplitud del relato local. Tal vez necesitamos ese espíritu, racional y cívico, aprehender el gran acervo andujareño, hoy tan desconocido, para afrontar los nuevos tiempos. Un espíritu que se basa en la cultura, en un debate plural y poliédrico, en comprender que Andújar es mucho más que la foto fija que es hoy.

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