Veranos de miedo y leyenda
Será porque el tiempo se alarga en verano, será por esas noches de tertulia a la puerta de las casas que nuestros mayores se gastaban antes, y a las que entre juegos y sueños nos apuntábamos, cuando la cosa estaba interesante. Será porque especialmente en las noches de verano, en su taciturna humedad, los susurros se multiplican y traen y llevan un crisol de espejismos. Será porque Sole, en la cocina de la casa de mi tía, me contaba en la mejor tradición de los relatos orales, vivíficos, historias de brujas y aparecidos que deambulaban por esquinas, cementerios, cortijos y casas encantadas.
alfreso ybarra
Lunes, 25 de julio 2016, 06:56
Será porque en aquellos trasnochos escuchaba en la radio a Jiménez del Oso, su voz acerada y seca, reproduciendo las primeras psicofonías y aquellas historias ... de abandonados hospicios con fantasmas. Será por las leyendas becquerianas que alcancé a leer en algunas vacaciones.
Por algo de todo eso será. Pero ahora, cuando el calor nos hace zozobrar muchos de los ánimos, procuro recordar o charlar sobre esa Andújar de brujas, fantasmas, muertos vivientes, duendes y hechizos. Y siempre pienso que la ciudad no explota lo suficiente esta beta que tiene en su devenir. Estas cosas dan para mucho, y si no que se lo pregunten a Iker Jiménez y Carmen Porter, que con su programa, conferencias, exposiciones y marchendaaise, están guarneciendo más que bien su bolsa.
Parece como si tuviéramos un sentimiento de culpa, desconcertados por ese refrán sobre la mujer de Andújar (que también se adapta en los mismos términos a otros lugares). Que, ya lo he dicho en otras ocasiones, tiene mucho que ver con ese lugar de paso y cambalache que históricamente ha sido la ciudad. Se movía dinero y a su olor acudían pícaros y cortesanas de muchas partes. Así la ciudad, al ser un lugar ciertamente cosmopolita, por propia sociología, la mujer no se recluía tanto, como ocurría en otras localidades más cerradas sobre sí mismas. Y eran tiempos donde cierto descomedimiento se confundía con lo lujurioso.
Por otro lado la sierra de Andújar y Despeñaperros dieron para mucha novelería fantasmal. Y, simplificando mucho, la cercana sierra con su amplio catálogo natural y un vademécum apropiado para apaciguar dolencias humanas, explica mucho. Será la mujer por su condición la que se ocupa de sanar a los suyos con los conocimientos transmitidos por sus propias madres y abuelas. Las rencillas, la envidia localista y los intereses, hacían su papel, y a la más mínima se señalaba aquello como propio de la brujería. Cuando lo que tenemos delante, abreviando, es una mujer echada para a delante, avanzada, despabilada. En fin con esto hay para una tesis.
Todo eso se engarza con el trasiego de viajeros por las posadas y calles, y da para muchas veladas donde desparramar la fantasía. Así que sobre brujas, aparecidos y resucitados vengativos hay mucha leyenda y literatura. Pues, si quieren, hablaremos más de ello.
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