Leocadio Rueda, un testimonio de los últimos vestigios del pastoreo y de lucha por la supervivencia
El pasado martes se cumplió un año de la presentación del libro 'Leocadio y los lobos. Memorias de un pastor de la Sierra de Andújar', que contó con la edición de la Asociación Hombre y Territorio y que ha gozado de una enorme repercusión fuera y dentro de España y cuyos ejemplares se han enviado a la Casa Real y al Papa, recibiendo una rápida respuesta de ambas instituciones, impresionadas por la humanidad de la historia y por la naturalidad que le insufla el entorno que le rodea.
JOSÉ C. GONZÁLEZ
Miércoles, 11 de mayo 2016, 08:27
La obra ha sido escrita por Leocadio Rueda Checa (protagonista de la obra) y por Víctor Gutiérrez, quien se he encargado de darle forma a los textos, que recogen historias de supervivencia ante las penurias de las posguerra, la lucha contra la fiereza de los lobos contra el ganado, la biodiversidad de la sierra y la evolución de la misma en las últimas décadas. Leocadio Rueda quiso contar su vida, su lucha continua contra los lobos que atacaban despiadadamente a las reses y como sacó a su familia adelante en épocas duras.
Últimamente, la vida le enseñó otras garras relacionadas con la salud. Por ejemplo, su esposa, (fiel aliada en el proyecto del libro) no pudo ver su publicación porque falleció tres meses antes de que saliera a la luz. El propio Leocadio también superó hace tres años un contratiempo, pero aún, así la vida ha querido también mostrarle su lado más generoso, con una familia que siempre le apoya y un buen regimiento de seguidores y admiradores, entre quienes se hallan los jóvenes que se afanan en conocer historias de la sierra, medios de comunicación de España y medio mundo, catedráticos, estudiosos, jóvenes y eruditos, que andan irradiados por la afabilidad y cariño que derrocha Leocadio y por las impresionantes historias que ha vivido.
Sus testimonios muestran los cambios que ha experimentado la sierra en estas décadas, que se remontan a la época del racionamiento de la posguerra, las andanzas de los últimos 'maquis' que estaban tirados al monte, la evolución de la trashumancia desde la sierra hasta la campiña de Andújar, el apogeo de la caza mayor, el vallado de las fincas, que las entremezcla con vivencias personales, por ejemplo, de como conoció a María, su esposa. También cuenta como pasa de ganadero a gestor de su propia finca, por lo que se testimonia una historia de superación.
Leocadio señala que fue pastor desde que nació, "cuando era pequeño iba abrazado a mi madre y a mi abuela detrás de los lobos", cuenta, hasta que como dice se manejaba solo con el ganado. A los siete años ya estaba preparaba para este menester, junto con sus hermanos.
Mucho pastoreo Antes existía mucho pastoreo en la sierra, algo de lo que se aprovecharon los lobos. Eso fue en la época de la posguerra, "se comían vivas a las ovejas, porque no tenían nada a lo que agarrarse y además vivían en un terreno llano donde mejor se comunicaban", precisa Rueda.
Los pastores se fueron provisionando de cepos loberos que les traían los arrieros desde Extremadura, que les permitieron combatir contra los lobos, "y allí empezamos a ganar la guerra", remarca Leocadio. Ya en la década de 1960 los lobos perdieron pujanza y las ovejas y pastores podían vivir más tranquilos en Sierra Morena.
Pero en 1980 volvieron los lobos a atacar con virulencia a las ganaderías, justo en la época en la que la caza mayor (las monterías) fueron desplazando al pastoreo. Eso sí, los ganaderos ya tenían más instrumentos para combatir contra los lobos. Los perros mastines fueron también los grandes aliados de los pastores. La lucha pastor-lobo se recrudeció cuando el lobo fue declarado especie protegida. Curiosamente los 'acérrimos enemigos' hoy se encuentran en horas bajas. "Hoy quedan muy pocos pastores y no son profesionales, aunque confío en que jóvenes se impliquen en este mundo, pero las reses son poco rentables", señala.
Hoy los pastores se pueden contar con los dedos de la mano en la serranía andujareña, cuando antes los pastores vivían muy bien en las fincas, porque la actividad era muy rentable.
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