Cosmética y resurrección
Hoy en el calendario se marca el domingo como día de la Resurrección de Cristo. Ampliemos la simbología al común de la ciudadanía y al propio espíritu de nuestra ciudad; y subrayemos la efervescencia de la primavera que supone una resurrección de la vida, con sus pálpitos más supremos enluciendo los motores de quienes se prestan al reverdecer. Y sí, son días donde la ciudad luce hermoseada. Es un misterio que se repite todos los años.
ALFREDO YBARRA
Miércoles, 11 de mayo 2016, 06:41
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Cambia la estación de año, suenan los tambores y cornetas al olor del incienso, se llenan los escaparates, hasta los desatendidos en otros momentos, de trajes de flamenca y ya las calles iliturgitanas se inundan de un bullir vital ostentoso y teatral. Se nota en múltiples detalles, como es en la guardarropía y aderezo femenino. Andújar es femenina por genética y maneras. Y no digamos cuando ya los pasos penitentes rubrican en las calles una espiritualidad cimentada en la regeneración existencial.
Sin embargo, noto como si la ciudad se quedara a medias. Y lo de resucitar, parece que lo toma como una propuesta que ahí queda, pero que le cuesta asumir. Se queda en una acción cosmética pero que no deja salir la fuerza para la catarsis. Pasa como alguna imagen que he vuelto a ver procesionar de nuevo este año, con una dudosa restauración que ha hecho cambiar por completo su propia esencia, su propio nombre. Pues es la alegoría de mucho de lo que sucede en Andújar ahora.
Nos quedamos en el puro maquillaje, en vender los cosméticos y arreboles que utilizamos para esto o aquello junto a unos buenos titulares. A veces, sí, restauramos la talla que da imagen a la ciudad, pero no respetamos el alma, la andujanía, esa médula desde la que modelar un influjo de futuro. Se hacen muchas operaciones estéticas, que acicalan, pero que no renuevan, no resucitan los pilares del vigor que otrora sostuvo a Andújar y que poco a poco se nos ha olvidado poner en el frontispicio de nuestra acciones ciudadanas.
Con urgencia necesitamos reencontrar el sentido de una acción colectiva y responsable, por encima de tantas trincheras. Es esencial que debe de haber en la ciudad un debate de ideas que supere los prejuicios. Hay demasiado fundamentalismo enquistado, que no nos lleva sino a remover el agujero, no a mirar horizontes y soluciones.
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Cuando hablamos de respuestas, en demasiados casos está por delante la fullería, que en el fondo no va a incidir en avanzar. Y no estamos para juegos de acción u omisión que perjudiquen a la ciudadanía. La política local llega a momentos de más complejidad donde las respuestas que la ciudad necesita deben de fundamentarse en una resurrección anímica que nos revolucione para bien.
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