Trascendernos y sustanciarnos
La Semana Santa se une a los días nucleares de la también sacrosanta Romería. Son unas fechas entrañables, con olor familiar y brisa de pueblo que deben de ayudar a articular una identidad propia. Pero al mismo tiempo, estamos ante un blindado clisé de ortodoxias locales que algunos se obstinan en defender a capa y espada, y más ahora con ese generoso y tan ancho altavoz de las redes sociales.
ALFREDO YBARRA
Miércoles, 11 de mayo 2016, 09:06
Ya se sabe que para ciertas cosas Andújar se ha enrocado en su ser más añejo de pueblo. Un fanal con guardia pretoriana que guarda una exclusiva interpretación de una muy particular ortodoxia de clave localista. Miradas monolíticas vigilan que nadie llegue con una reflexión amplia y mirada larga. Y no hablo de la celebración litúrgica, que eso lleva su camino.
Cuando la Semana Santa y por extensión la Romería, son, por supuesto fiestas piadosas enmarcadas en la religión, pero en su manifestación social y pública son más, mucho más; donde la cultura, la historia, lo económico, la artesanía, la gastronomía, la tradición, la espiritualidad universal que acoge creencias de diversa índole y condición, el arte, una sociología antropológica variada, ...,influyen de mil maneras. Cuando estas manifestaciones públicas del sentimiento popular tienen unos magníficos cimientos en la ciudad, y perfiles grandiosos que ejercitados darían para mucho, para modular y vertebrar mucho Andújar y para escribir páginas fastuosas en mil cuestiones, como digo antes, que se unieran al conjunto del desarrollo de la ciudad.
Y explico ya que hay un catálogo con nombres propios que apuestan por darle amplitud a estas expresiones de religiosidad popular, que lo hacen bien, con perspectiva. Y digo todo esto hoy, en vez de hablarles del azahar y del incienso, de la ilusión de ese niño que va a salir por primera vez en su cofradía, porque se han cerrado ten herméticamente tantas ventanas, que nuestras fiestas populares pueden correr un grave peligro. La Romería es un ejemplo preclaro de que se ha constreñido tanto su potencial y perspectivas que lo que debiera ser un santo y seña iliturgitano a lo largo del año no se puede quedar en en un inventario tan pobre.
Estas fiestas tan nuestras, donde a veces tan poco miramos las raíces propias para desde ahí partir a un horizonte grande, están envueltas por un maravilloso complejo emocional donde cabe mucho más de los fundamentos de ciertos cancerberos, y donde sobran los vetos, y los que se arrogan las patentes de corso, y los que buscan siempre una diana para no palparse las entretelas. Pero nuestra tradición espiritual ya ha superado muchos trances, algunos muy complicados en su larga historia, y siempre ha sabido erguirse en la verdad, con una maravillosa capacidad de trascenderse
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