A Elo
Sí, a Elo. Si pusiera Eloísa González Martín posiblemente nadie la conocería, salvo sus familiares, ni siquiera los más allegados. Porque Elo, la peluquera sólo ha existido una y dudo mucho que vuelva a existir otra igual, no sólo como profesional, sino lo que es más importante, como persona. Esto tampoco es porque te has ido, que tampoco lo has hecho, sólo estas al otro lado. Personas como tú no se van nunca, dejan tan profunda huella que, por mucho que diluvie, nunca se borra.
No era, Elo, una profesional, peluquera, al uso y costumbre que conocemos. Junto a Isabel y Concha formaron un trío empresarial allá por los setenta, que cuando no se utilizaba el término emprendedor, ellas lo eran al grado sumo. Cada una con sus peculiaridades, es verdad, pero las tres se complementaban y se complementaron. Pero a Elo nada ni nadie se le interpuso nunca en su vida y en sus metas, salvo esa maldita enfermedad, contra la que luchó, como sólo ella sabía hacerlo contra la adversidad, pero que no pudo ganar la partida. Cuando un producto, una novedad o cualquier cosa que ella pensará que le gustaría a sus clientas, allí lo tenía¡ sería por vender! Porque esa es otra, sus clientas eran para ella una prioridad, como lo era su familia.
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Por ello, no necesitabas del psicólogo, bastaba con ir a la "pelu" y que Elo te viera la cara. Tenía siempre un remedio a mano para todo y para todas. Daba igual que fuera necesidad física o psicológica, una tos que una pena, su brocha de colorete y su barra de labios, un toque, y la sonrisa volvía a tu cara, después de mirarte en el espejo de la suya. Nunca le vimos un mal gesto, ni una palabra de desaire, ni siquiera cuando las bullas y las exigencias clientelares ponen de los nervios a cualquiera. Si había que salir tarde, como si había que ir antes de hora, sus clientas y que se sintieran agusto y felices, como ella se sentía, lo primero. Sus problemas, que seguro los tuvo, nunca los transmitió al peine, todo lo contrario, debía dejárselos en su casa, porque a la peluquería nunca llegaron.
Han sido seis meses muy duros para ti y los tuyos. Pero aun así, tuviste la fuerza y la valentía de siempre, mezclada con tu sonrisa y esa gracia que te granjeaba e hiciste el mejor tinte de tu vida para tapar las canas más rebeldes del dolor. Gracias en nombre de todas cuantas te conocimos y pusimos nuestra cabeza en tus manos, no sólo para que moldearas nuestra cabellera, sino porque moldeaste otras muchas cosas. Gracias por esa brocha de color, que no sólo pusiste en nuestras mejillas, sino en nuestras vidas. Y gracias, sobre todo, por haber existido para todas nosotras y para la ciudad de Andújar. Descansa en paz, Elo.
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