Días de de ritos otoñales
Poco tiene que ver el actual Halloween, y sus importadas formas y prácticas que tanto abraza la chiquillería, con la promoción de colegios y ayuntamientos en general, con lo que se vivía en otras épocas. Que no digo que lo actual sea reprobable; las modas deben de evolucionar. En Andújar y en su eco del recuerdo ya sólo quedan esas campanas que desde las distintas torres sonaban a difunto hasta no hace muchas décadas en la noche del 1 al 2 de noviembre, con sonados piques entre los campaneros.
ALFREDO YBARRA
Miércoles, 11 de mayo 2016, 06:45
Hay en los archivos locales referencias a ello y a cómo había que controlar en algunas épocas el que algún que otro acólito no se pasara con el anís, y la campana. Aún mantenemos la tradición de ir al campo el día de los Santos, especialmente las pandillas de jóvenes (todo un rito iniciático entonces, donde las oportunidades de encuentro lúdico entre jóvenes eran pocas y constreñidas) donde los corros y las coplillas tenían mucho "qué". Y sobreviven las gachas, que antes eran muy comunes.
Por cierto este manjar de la imaginación repostera era un protagonista más de las bromas que se solían dar en este día. El burlón de turno deslizaba corchos que se confundían con los picatostes con lo que se aderezan las gachas. También, con el resto de gachas que quedaba, de regreso al pueblo se solía untar las cerraduras que estaban a mano, o las de un conocido. Si hablamos del cementerio seguimos con la costumbre de ir a limpiar y llevar flores en los días previos al día de difuntos, aunque ahora la intendencia del cementerio cambia con la empresa encargada.
El cementerio iliturgitano merece muchas miradas diferentes. Si nos sacudimos prejuicios, pasear por el cementerio iliturgitano tiene magia, y atisbo de romanticismo literario; y afloran muchos perfiles de nuestro modo de ser. Y llévense tiempo para detenerse ante algunos de los epitafios; merece la pena.
En definitiva, nos hallamos ante un complejo arquitectónico y urbanístico digno de observarse en su parte antigua singularmente, que nos acerca de una manera muy directa al entramado social local de los dos últimos siglos, donde se percibe una par5te importante del alma de este pueblo.
Igualmente aprovechando que vivimos estos días donde la muerte toma cierta presencia, también les invitaría a darse un paseo por los templos locales y escudriñar los diferentes enterramientos que quedan de aquellas épocas donde ciertos elegidos podían inhumarse en las iglesias. Y ya de camino, retrocedamos siglos y acerquémonos a nuestra sierra pertrechados con los mapas y textos que nos las señalan y perdidos en la inmensidad de nuestros parajes naturales, impagables, que demuestran nuestra pequeñez y la menudencia de nuestras congojas vitales, recreémonos con las diferentes sepulturas precristianas. Pensemos que la vida no se concibe sin la otra cara de la moneda. Y las dos caras son inherentes a nuestra identidad colectiva para relativizarnos y considerar jerarquías de vida.
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