Carrusel de verano

Agosto se va deshojando, singularmente prófugo de su propio destino de calendario. Este año, en especial, no ha sido ese mes que debe ser en el orden global y alegórico del almanaque. Pero siempre es un birlibirloque necesario.Nos ha hecho naufragar en nuestras veladuras íntimas de la imaginación, ha acunado los sueños en nuestros párpados traslúcidos.

ALFREDO YBARRA

Miércoles, 11 de mayo 2016, 06:33

Es un mes a lo horizontal y para pies descalzos, y eso lo necesitamos mucho, y quizás en estos momentos precisamos palpar la tierra que es un bien intangible que nos queda por la venas de una onírica identidad. Agosto nos ha aminorado la percepción del mundo, nos ha atenuado las texturas de la realidad, nos ha acunado en el ámbito de la ausencia. Pero también nos ha dejado en los días largos y las noches calurosas una martilleante vigilia, que nos ha atronado los sentidos, y, nos ha restregado la piel erizada, herida, sangrante, casi marchita, de una realidad que no termina de alzar un vuelo tranquilo. Porque sabemos que se está construyendo un mundo donde las diferencias se harán más zanja y el empleo va a ser un tejido arratonado.

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Pero aún así el verano ha sido, porque nuestro espíritu lo necesita, esa balsa a la deriva que te lleva a un horizonte de sueños, una cometa cargada de ilusiones, una canción frente a la rutina, un huerto donde crece la irreverencia y el informalismo. Y el eco de Julio Cortázar y San Juan de la Cruz llega ahora para darnos un cauce de horizontes que suenan bien si nos aferramos a su rutilante pausado paso.

Todavía quedan unos días, para perdernos de la doctrina y el dogma, para sentir que la vuelta a la rutina no debe de ser un ir con las anteojeras puestas, sino un nuevo campo donde labrar una esperanza común y compartida. Necesitamos los colores y que como los gustos son libres, siempre hay un viento a favor, un sueño amable, un manantial de sones, hay que sacar fuerzas para no ahogarse en la hosquedad.

Y este agosto que culmina nos devuelve a la España en blanco y negro, que se edifica con mitos alzados a golpes de puñaladas, que prefiere la hipocresía y la mentira antes que la razón y la verdad. Vuelve Islero a la plaza de Linares a teñir de sangre nuestro albero costumbrista y nuestro patio de monipodio, la España del vocerío, que quien más grita parece que tiene más razón; la de las dos patrias, la que nunca mira al común lugar de encuentro.

La España pirómana que luego se pone en retén de incendios con una sonrisa sesgada. La España del friquismo repachingado a la puerta de la calle, que nada quiere saber de un mundo donde la cultura sea una devoción. Agosto ha puesto un cielo con la ilusión de que la honestidad, los valores, la honradez, sean la auténtica moneda de cambio, de que la política se regenere y que el dinero no maneje en definitiva el ritmo social y político.

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No queda más que sentir que la rutina puede ser un reto. Nos espera un nuevo calendario. Seguro que en sus hojas hallamos cornisas a las que sujetarnos y por las que, tal vez, poder encaramarnos a andamios más altos donde soñar que lo bueno puede ocurrir a la vuelta de cada instante. Así es el verano un carrusel.

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