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Yacimiento de amor

Como dice Benedetti en uno de sus poemas, cada ciudad puede ser otra. Una ciudad puede ser tantas como amores y enamorados la recorran. Las ciudades están al albur de los vientos, de las mareas circunstanciales, de los aprovechados de siempre, de los tambores guerreros que nos empeñamos en enarbolar, buscando a quien echar culpas y carcomas. Pero también, y en ello me refugio para sobrevivir, una ciudad es lo que empujan los ardorosos afectos que pintan sus paredes y hacen repicar sus mudos campanarios del arrebato.

ALFREDO YBARRA

Miércoles, 11 de mayo 2016, 09:17

Cuando tantos fines de semana me siento ante el ordenador para escribir unas líneas que tengan una referencia iliturgitana, me encuentro cara a cara con ese sentimiento amoroso hacia la Andújar de miradas profundas y ecos emocionantes. Veo el amor que pasa por nuestros parques, entre la fiesta de los pájaros (que dice Benedetti) y las homilías de las jacarandas. Cada ciudad puede ser otra cuando, puede más el sentimiento seducido por lo que tiene en su médula para impregnar la vida de pasión y armonía vital, que la congoja que provocan los que aman sus particularismos y les importa un bledo eso que se llama pueblo. El sentimiento colectivo empapado de amor por una ilusión sumante y trascendente, nos hace más nobles y más desprendidos.

El pasado viernes me sentí traspasado de ese amor de la andujanía, cuando se entregaba la medalla de Oro de Andújar al jesuita y arqueólogo Manuel Sotomayor. Era un reconocimiento debido a alguien que abrió una "mina de oro "de nuestra identidad histórica y cultural: al hacer la primera excavación seria e importante, y poniendo en valor, el yacimiento de los Villares, allá por los años setenta. Labor que luego han seguido diversos arqueólogos, como Mercedes Roca y mi admirada Isabel Fernández, de la Universidad de Granada.

Pero cuando han pasado más de cuarenta años del descubrimiento, gran parte del material sacado a la luz en excavaciones oficiales sigue fuera de Andújar, el expolio ha sido muy frecuente, e importante (¿se ha llegado éste a analizar seriamente?) y el yacimiento no ha tenido una puesta en valor significativa y conexionada con Andújar.

Mientras, el mismo viernes, las ironías de la vida me hacían leer en la prensa el gran momento de efervescencia, las infraestructuras, el desarrollo turístico y cultural del yacimiento de Cástulo, en Linares. Sobran palabras, sobran los balones echados a los ajenos tejados. Me aferro a una ciudad que sepa tener su duelo, llorar y llorarse, y así descargarse de contracturas, con un reto que empuje el amor capaz de abrazar en el aguacero.Que después el cielo se torna limpio.

Escribiendo estas líneas, las cargo de amor, las prendo de futuro, no de hollín, no de un fuego que fue.

 

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