Y además, una llama

La vida es espléndida en estos días de mayo, se desborda en la ciudad. Se renuevan los vigores y las lontananzas del bullir existencial iliturgitano, que se reinventa cada primavera. Y no, no es ningún recurso de columnista atildado. No hay nada más que adentrarse, en la temprana mañana o en el preludio de la noche, cuando la temperatura dulcifica su repiqueteo, por el callejero local, mejor si se puede, por las angosturas, plazuelas y altozanos del contorno fuera del centro urbano.

ALFREDO YBARRA

Miércoles, 11 de mayo 2016, 09:16

La vida, efusiva, sabia, espontánea, salta a cada paso, en la gente que se nota que está más efervescente, más necesitada de pueblo, más desprendida de sí misma y de colectividad. Nos aborda locuaz, cordial y hasta apasionada en los árboles florecidos y perfumados, en los parterres gallardos, en las sutilezas de las esquinas y de los aleros.

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Sí, por favor, deténganse por unos momentos, o introdúzcanse en el corazón de Andújar y entenderán lo que digo. Pero este efluvio vital, no se engañen, no se da precisamente porque estemos campaneando a cada paso con nuestro costumbrismo de entremés y sainete, que tantas veces se queda en fino papel de fumar, con el que nos cogemos el ombligo.

Y es que aunque parezca que la ciudad asiente en tanto y se calla, no es lo que parece. Andújar es como su Guadalquivir, parece que no descalabra entusiasmos, y sin embargo horada sentires y querencias. Se entiende sempiterna, y aunque parezca que se traga todo, sabe digerir perfectamente. Lo he comprobado, conversado y sentido, en mi discurrir intraurbano.

Andújar sabe distinguir las máscaras de los honestos rostros, el cascabeleo cohetero del camino labrado, el escaparate maquillado, del fondo germinal; los maniqueísmos enfrentados de la sensatez, el barniz de la raíz. He podido comprender que la gente claro que sabe de economía, y de política, claro que sabe lo qué es apiñarse hermanadamente, claro que sabe diferenciar una promesa fundamentada, aunque luego no salga para adelante, de un guiño al sol y a la mentira.

Pero como digo, los iliturgitanos en su idiosincrasia parece que son consentidores. Y no, claro que no. Necesitan, y sobre todo esas generaciones nuevas, en formación, que haya un además a cascabeleo convocante, que también haya más médula y más savia, más peso humanista. Y Andújar saber ser paciente. Porque sabe que su viaje es eterno, que el tiempo para arriar las velas es infinito, como infinito es el universo ciudadano.

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Y el viento de las verdades, de la armonía y de la poesía, está ahí, siempre, imperceptible, sólido, calladamente lacerante en el lienzo de la memoria. Como un faro de llama imperecedera, labrada en un fuego paciente que sabe encender el cielo de los deseos y derretir la ciudad de la pantomima.

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