Novelas que nos devuelven a la historia
Hoy con su permiso quiero hablarles de libros, algo que deberíamos frecuentar más si queremos levantar nuestros niveles culturales, o sea reflexivos, o incluso ponderar ese sentido crítico que deberíamos encauzar cívicamnete. Hace unos días pude participar dentro de un programa organizado por los trinitarios en un encuentro con el escritor Jesús Sánchez Adalid, que a raíz de la trama de su última novela puso sobre el tapete el papel de los religiosos de esta orden, que se jugaban la vida por ir al rescate de prisioneros en territorios extranjeros auspiciados por el principio tan hermoso y humanizante de liberar en un concepto que va de lo físico a lo espiritual.
ALFREDO YBARRA
Miércoles, 11 de mayo 2016, 08:45
En la actualidad seguimos aún bajo la antorcha del boom de la novela histórica, un fenómeno donde cabe lo bueno, pero también mucha quincalla y donde hay que saber discernir. Sánchez Adalid se encuadra entre los autores respaldados por una obra históricamente muy documentada y asentada en una temática siempre atractiva y cercana al lector, sin rebajar nunca los pilares de la buena literatura. Pero además, es un escritor muy particular. No se define como historiador, ni como erudito sino como un escritor que además es "un cura de pueblo" (que también es licenciado en derecho, que ha ejercido como juez, y que es licenciado en Derecho Canónico) algo que le permite estar pegado a la realidad y retratar en Treinta doblones de oro al español del XVII que como el de hoy, vivía desconcertado ante la crisis. Una España en la que muchos se enriquecieron rápidamente y en 1680 la crisis les devuelve a la realidad con el declive de los Austrias. Unos españoles que se parecen mucho a los de hoy.
Tras trece novelas publicadas y más de un millón y medio de ejemplares vendidos, Sánchez Adalid nos presenta una historia que nos lleva a Mequínez, la capital del Marruecos imperial que vivía en 1680 sus primeros años de unidad bajo el mandato del sultán Mulay Ismail. Es un relato en el que sus protagonistas pasan por todo tipo de penurias y peligros, movidos siempre por la esperanza y el espíritu de superación.
Para completar el apetitoso menú, el autor incluye una amplia nota histórica que realiza un detallado recorrido por los lugares, episodios y personajes reales de la novela. La obra está narrada en primera persona por Cayetano Almendro Calleja, un joven buscavidas mientras vamos conociendo las circunstancias que le han llevado a la ciudad de Sevilla en busca de aventuras y a entrar al servicio de don Manuel de Paredes y Mexía, corredor de lonja. Son las postrimerías del siglo XVII, la esplendorosa Sevilla languidece al perder su monopolio de los negocios de ultramar, como consecuencia de las nuevas leyes de la Contratación, que benefician a Cádiz.
En el noble caserón, el joven Cayetano sirve como contable de don Manuel, cuando se recibe una fatal noticia: el navío Jesús Nazareno se ha hundido por un temporal; la preciada carga se ha perdido en el fondo del mar, naufragando las últimas esperanzas de salir de la ruina de don Manuel, su esposa y su servidumbre, que habían invertido todos sus bienes en la empresa. La casa y las pertenencias familiares están hipotecadas y se presenta un porvenir incierto... No obstante, se enciende una luz de esperanza gracias a unas propiedades heredadas en las Islas Canarias. Hay pues que viajar y enfrentarse a peligros y adversidades... Sin perder el tono aventurero, el autor nos introducirá en el misterio profundo del ser humano, sus temores, sus dudas y sus esperanzas, entre originales episodios llenos de humor y vitalidad. Los protagonistas quieren vivir en la sociedad que han conocido pero su mundo se desmorona y finalmente acaban cautivos. Apresados en Mequínez, y cautivos de su propia realidad.
Una novela que llega acompañada de la reivindicación de un género, que asegura el autor, es demandado por las nuevas generaciones de lectores y, que sin embargo, le cuesta obtener el reconocimiento institucional y tiene dificultades para acceder a los premios literarios en un momento en el que los autores consagrados apuestan por el realismo social. Pero la historia es muy importante y si se declina desde la novela, si está bien proyectada, permite un rico viaje mágico al pasado que nos ayuda a reinterpretar el presente.
El libro deja al descubierto los aconteceres del cautiverio en tierras marroquíes en aquel tiempo y saca a relucir la historia de la imagen del Cristo de Medinaceli, que finalmente rescataron los trinitarios en una historia rocambolesca. Dispuesto a adentrarse en las entrañas de la historia, Sánchez Adalid trata de relatar aquella España que en 1680 despertó del sueño imperial y contempló estupefacta cómo la decadencia se hacía dueña de ella. Un retrato de una crisis que fue, de aquel español que, como el de hoy, se empeña en regenerar la sociedad para convencer al lector de que es en las grandes dificultades el ser humano saca lo mejor de sí.
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