Real carta

Es un año nuevo y uno no puede empezarlo siendo pesimista, por razones múltiples que haya para no tirar cohetes. Siempre creo que la actitud predispone mucho ante las circunstancias. Por eso hoy quiero brindarles optimismo. Un optimismo bordado en la confianza, en la certidumbre, en la convicción, en la esperanza, en la certeza. Un optimismo que para nada quiere quedarse en lo pamplinoso, ni en las alharacas de triunfalismo barato.

ALFREDO YBARRA

Miércoles, 11 de mayo 2016, 08:55

Se trata de otra cosa, y de la que no se despegan las evidencias que contienen desgarrones, heridas, y coágulos, que están ahí, acompañándonos, pero que se pueden contemplar de muchas maneras. Y el cogerlas por los cuernos, cara a cara insuflados de ilusión y cargándonos de armas para eliminarlas es en principio una santa postura.

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Pues eso, que hoy que además es noche de ilusión, noche de Reyes, esta columna no puede sino desearles que esa carta, la íntima, la de los deseos trascendentes y largamente hondos, tenga respuesta y vayamos solventando en lo personal y en lo colectivo, en lo vecinal y cooperativo de iliturgitanos, todo lo necesario para sentirnos medianamente estables en lo fundamental de la vida, sintiendo avances, por moderados que parezcan o sean, y verdaderamente felices.

Los Reyes Magos, su mitología, su simbolismo, traen magia, y Andújar necesita magia. No podemos seguir en el conformismo, o en el como yo voy tirando, pues, no quiero saber de más problemas o retos que nos incumben a todos (y ahí, en ese todos uno escurre el bulto). Decía Unamuno que la patria, como la vida, es de prestado. Y algo que nos es prestado debemos de cuidarlo siempre.

Andújar es en gran medida nuestra tierra y parte fundamental de nuestra vida, y en ese sentido debemos de velar por ella. Me gusta esta ciudad que puede ser tan despejada y tan noble y un momento después tan plebeya, igual que es brusca y de pronto acogedora, sin transición ni medias tintas, que tiene una belleza desordenada, acrisolada, en la que no hay entretenimiento más placentero que andar por sus calles.

Con rincones que exhuman poesía, con bárbaros e históricos atentados urbanísticos. Muy puta y muy santa. Muy escéptica y muy folclórica. Así la quiero, con su brisa serrana, con su olor a cocina de abuela, con la tremenda poesía reveladora de los Dichos de Luz y Amor de San Juan de la Cruz, con el sobrenatural estruendo de ese lienzo, la Oración del Huerto, del Greco, con el que somos unos auténticos privilegiados. Con la alargada sombra de su recia historia, con sus sueños desvanecidos.

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Así la quiero tabernaria y snob, tan tributaria y tan señorita, tan cerrada en tantas cosas y tan abierta a tantas perspectivas. Y esta es la hora y el mejor momento para recrearla en sus mejores perfiles, para luchar por su alma.

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