Asomado a la sierra
Como todos los años, coincidiendo con estas fechas en que el almanaque baja la persiana, subo a la sierra, a cualquiera de sus fastuosos paisajes (prácticamente todos lo son) con suficiente distancia del ruido y de los traqueteos cotidianos. En esta ocasión llego en coche hasta el mirador de Mingorramos, y, desde allí ya recorro despacio sus cercanías y me paro entre unas piedras junto a una loma enramada con esa vegetación que compone una estampa que es el reflejo destellado de uno de esos lienzos que Luis Aldehuela pintó tan pericialmente, ¿o es que la sierra se ha quedado vestida con los colores del pintor iliturgitano?
ALFREDO YBARRA
Miércoles, 11 de mayo 2016, 06:29
Durante unas horas intento abrir postigos y ventanas de mi casa interior, ventilarme, y al mismo tiempo conversar conmigo mismo (no solemos hacerlo mucho), o con esa bóveda del universo que te rebota los pensamientos con fuerza y discernimiento. Encontrarme de algún modo, o reencontrarme, palpar esa parte de uno que tantas veces olvidamos, sentirme y dejar que la mirada se pierda en la inmensidad.
Apreciar mi pequeñez me recoloca. Este tiempo que rayando el final de diciembre me concedo en la sierra, hecho casi una costumbre anual se convierte en una catarsis estimulante. Cuando tantas veces nos creemos el centro del mundo, en este lugar, bajo el vuelo sinfónico de los impares buitres negros, observando la majestad del águila imperial y sintiendo entre los madroños y encinas la sigilosa mirada del lince, sólo puedo recordar aquellos versos de Juan Ramón Jiménez (que también aplico al año que se nos va): "...Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros/ cantando;/ y se quedará mi huerto, con su verde árbol,/ y con su pozo blanco".
El cielo desde la sierra iliturgitana se ve plácido. Y siento un giro que presiento infinito en mi conciencia limitada. La sierra se me hace metáfora blanca, sagrado cáliz donde beber un germen nuevo para mi alma. Todo es simbólico en esos momentos, pero al mismo tiempo la realidad que el corazón contempla. Necesito esta soledad bordada de alientos para seguir siendo pueblo.
En el bolsillo una entrada de un cine de fuera (en Andújar de momento pasa de largo). Quiero continuar de algún modo asomado al manantial serrano, prolongarlo con otras miradas cautivadas y cautivadores. Quiero ver la película documental Guadalquivir, que dirigida por Joaquín Gutiérrez Acha y guión de Fernando López-Mirones, tiene como protagonista a un zorro. La cámara sigue el recorrido del zorro a lo largo del río y se detiene con impagables imágenes de, entre otros lares, las sierras jienenses, donde el Parqque Natural Sierra de Andújar aparece esplendente. Estrella Morente es la narradora y autora del tema de la película: "Oh Guadalquivir". Y con el olor la alhucema serrana, desde ese símbolo de grandeza y paz al que debemos aspirar: Feliz 2014.
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