Mi Policía

Él me defendía en cada uno de mis sueños infantiles. ¡Qué segura yo cuando aparecía por los tejados de las intrincadas callejuelas del pequeño barrio! Huían los malvados ladrones que ansiosos de botín llegaban hasta mí para robar mis queridas y valiosas pertenencias. Todo mi tesoro eran unas muñecas, algunos que otros cromos desordenados y la agenda donde diariamente contaba a renglones torcidos los acontecimientos más importantes de mi incipiente e interesante vida.

BELÉN CUETO

Miércoles, 11 de mayo 2016, 08:42

Para que estos tesoros no me los robaran los enemigos míos y de mi Policía, los guardaba en el segundo cajón de la mesita de noche que era el lugar más seguro que tenía yo. Era seguro para mí por estar alejado de la ventana. Siempre lo dejaba bien pero que bien cerrado, poniendo las máximas trabas para que no se los llevaran.

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Por esta ventana lo veía aparecer inesperadamente, como un rayo de luz fugaz. Era alto, moreno, delgado, muy apuesto, muy fuerte y bondadoso. Qué feliz y segura me hacían sus apariciones y qué guapo era mi querido Policía.

Era mi Policía particular. Me sentía muy protegida. Ya era Navidad. Otra Navidad de las pocas que me había tocado vivir. ¡Qué nervios por la inminente llegada de los Reyes Magos!

Por la noche, cuando dormía tranquilamente y todo a mi alrededor era paz, con una tenue luz dejada a propósito por mis padres para que no me diese miedo la oscuridad, siempre aparecía cuando más apurada me encontraba.

Los ladrones ya casi culminaban sus hechos delictivos, me tenían atada en una esquina de la estancia, eran feos, sucios y muy malos, tan malos que me iban a quitar todos mis juguetes.

La aureola de luz que le acompañaba, envolvía en segundos toda la escena y de pronto y como un rayo fugaz, valiente y decidido presentaba batalla a los ladrones y siempre les vencía y me liberaba de las ataduras que me herían las muñecas y mis debilitados pies.

Me fui haciendo mayor y mi Policía, tras salvarme año tras año en esas madrugadas mágicas que preludian la venida de nuestros queridos Reyes Magos, desapareció para siempre.

¡Cuánto me acuerdo de él! Se me fue una de las etapas más bonitas que me ha tocado vivir. Se me fue yendo aquélla ilusión. Se me fueron aquéllas noches mágicas aunque aún espero a mi amigo el Policía.

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Ahora digo yo si habré sido capaz de pasar el testigo a los que inocentemente sueñan con Policías, ladrones y Reyes Magos.

¿Sueñan los niños de ahora con los Reyes Magos? Me dejo llevar por la realidad actual, por la situación de escasez que desgraciadamente ahoga las economías de familias enteras y pienso que más allá de los sueños está la realidad y los sueños, sueños son.

Pero los pequeños quieren lo mismo que queríamos nosotros años a, que no es otra cosa que regalos y más regalos, árbol de navidad y portal de Belén y turrón y caramelos y entrar y salir para ver juguetes por todos los escaparates de los comercios tan bien cargados y adornados.

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¡Que no le falte la comida y la bebida a los camellos!

¡Que no falten los zapatos limpios al pie del árbol!

¡Que no falten los sueños de la inocencia!

¡Y qué pena la de estos padres que no pueden dar a sus hijos todo lo que nosotros hemos tenido! ¡Qué pena la de estos padres que se enfrentan a unas fiestas de puro consumismo sin medios!

Hago un llamamiento a la solidaridad, en especial en estos días para que los más pequeños, sí, esos que sueñan con mi Policía y ladrones malvados, sigan teniendo en los cajones de sus mesitas de noche sus tesoros mejor guardados porque tienen derecho a soñar como soñábamos nosotros y a esperar la venida de nuestros queridos Reyes Magos.

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