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Sorando y un sino

Sorando y un sino

En los últimos días la ciudad, la auténtica, la que siente las certidumbres y la fuerza de la gramática de las almas plenas, se ha sobrecogido con pérdidas demasiado sensibles. No está la ciudad para tanto desamparo. Hace muy pocos días volvíamos a sentir el escalofrío de la orfandad con la pérdida del ganadero Mariano Sorando García, fallecido, a los 85 años tras una larga enfermedad. Era el padre de Francisco Sorando Megino, representante de la divisa que se anuncia como Sorando, e hijo de Román Sorando Herranz.

ALFREDO YBARRA

Miércoles, 11 de mayo 2016, 09:03

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Su dehesa, Navas de Pedro Bagar es un referente en el mundo del toro, una ganadería postinera, de prestigio y que sus dueños han hecho siempre un hospitalario ágora de taurinísimos destellos. Son muchos los toreros que pasan por esta finca para aprestar su pulso, encontrando siempre en la familia Sorando unos anfitriones afectuosos, entrañables sabios, y discretos. Por poner un ejemplo importante, reponiéndose de su grave cogida de Aguascalientes, el torero José Tomás pasó la temporada pasada diversos momentos en la casa de los Sorando, incluso mató un toro a puerta cerrada, a la par que la prensa, no sólo la taurina lo buscaba con ahínco para dar cuenta del momento del ídolo y mito de los ruedos. Y más o menos estuvo a gusto mientras se intentaba guardar esa intimidad, ese estar sin ruido que Tomás busca siempre que no está en el estricto momento de la corrida.

Bueno, pues si el mundo del toro, mayoritariamente, se ha hecho eco de la sensible pérdida de Mariano Sorando, en Andújar, seguimos especulando hacia derroteros que nada tienen que ver con lo que significa el reconocimiento debido y general hacia quienes se han ganado un respeto con grandeza, en todos los sentidos. Y es una pena, porque luego, con cualquier mindundi que estire la barbilla se nos va el culo y les ponemos alfombras de pleitesía. Y además, paralelamente, Andújar para algunas cosas es muy reticente.

Se pierde mirando ciertos árboles y no sabe mirar la grandeza del bosque. Por ejemplo, ese mundo ganadero, donde contamos con dehesas de primera fila, no sabemos contextualizarlo en el proyecto de desarrollo y de perspectivas locales. Como pasa con el río, con el Guadalquivir, que le seguimos dando la espalda en vez de abrir la ciudad hacia él. Cómo la artesanía, como tantos protagonismos históricos que Andújar ha tenido. Un sino demasiado pesado.

 

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