Borrar
Plaza de Abastos de Andújar, que cumple 75 años. ANDUJAR IIDEAL
Idealizada ciudad de vísperas

Idealizada ciudad de vísperas

OPINIÓN ·

«Hablar de ciudad ideal equivale inevitablemente a hacerlo de una ciudad soñada, ficticia»

ALFREDO YBARRA

ZAGUÁN

Domingo, 22 de septiembre 2024, 17:04

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Opciones para compartir

El tiempo va mudando poco a poco en las cornisas de la arboleda que se llena de tonos amarillos, naranjas, rojizos y marrones. Cuela la tarde su oro entre las calles. Se encienden los campanarios y por poniente se despliega un cielo de color ostentoso y se desgaja un racimo de nubes encendidas.

Hay un temblor de memoria sacra en los altozanos. Hoy comienza el otoño y en sus días se da la astral armonía en la que idealizo a Andújar atisbando su profusa garganta sonora, su arcano y medular aliento. Lo sé, hablar de ciudad ideal equivale inevitablemente a hacerlo de una ciudad soñada, ficticia. Pero cuando se ama e imagina un lugar nos llueven sus estrellas, nos empapa la espuma de su océano, se hace cristalina la penumbra de sus grutas.

En la tarde locuaz en la que escribo, que abre la puerta a esta estación candeal, una brizna de rocío se pega a mi lengua. Dejadme que aparte de mi pecho el vulgar prosaísmo de tantas décadas andujareñas, su monocorde aspiración y destino. Un trino llena de ascuas todo el corazón. Los ángeles bailan sobre nuestras cabezas asombradas para que una vez más se teja el sueño, la melodía dulce, alucinada de la fantasía de la Andújar sempiterna que en el naciente otoño colma el alma. Septiembre trae consigo en estos lares guarnecidos por el Jándula y el Guadalquivir una música que embriaga el espíritu.

Una antigua alhucema envuelve la ciudad con un aire de sierra reverdecida, de juncia fresca; de encelados bramidos cervunos hollando los pinares, las encinas, los alcornoques, los quejigos, y las breñas. La ciudad se revela en toda su plenitud, en todos sus argumentos, alta y fina arcilla, jarra grutesca de esplendorosa alcurnia. Como ese Conservatorio 'Juan de Castro', que tras tantos años de porfiada lucha ve cumplida una demanda histórica, dejar la elementalidad y ser lo que se había ganado sobradamente a base de indesmayable singularidad, ser Conservatorio Profesional de Música. 'Rara avis', singular excepción en medio de un rumbo local con largos años insustanciales, de corta trascendencia, de desidia, de falta de altas perspectivas, en tantas y tantas parcelas (salvo conocidas excepciones).

A septiembre, a otoño, saben los labios del alma de la ciudad que refulgen en el cauce sonoro de nuestras venas entregadas al amor de esta tierra otrora de indómita hidalguía y valerosas y elevadas aspiraciones. En otoño más que nunca el pozo más hondo de los sentires y querencias de Andújar se abre de par en par para que nos perdamos en su cúpula tersa.

El aura de las calles, conmueve y mima los pálpitos esperanzados. Y la voz de la ciudad, ahora, su voz ancha, cosmopolita, de personalidad poliédrica, remansa la sangre de quienes quieren beber del cáliz místico de la andujanía. Este tiempo nuevo llega para, como pasa con los 'vulanicos', abrir las palabras en el aire y sembrar el cielo de otros alientos. Y como dice Juan Ramón Jiménez en su poema 'Otoño': (…) «En una decadencia de hermosura, / la vida se desnuda, y resplandece/la excelsitud de su verdad divina».

Pero también en esta anochecida fronteriza en la que escribo, no puedo dejar de pensar que Andújar es una ciudad en permanente víspera, en permanente espera de algo, de una revelación, de una voz divina que le diga mediante un milagro: «Levántate y anda» hacia un fértil futuro, hasta lograr ser una ciudad ideal, o idealizada, con un relato de urdimbre mágica hecho de campos de expiación, de cumbres abundosas en resueltos propósitos, en palabras que llenen de frutos el pecho.

Una ciudad en permanente víspera, en continua atardecida, que no ve llagar su aurora y dejar su parálisis del 'bon vivant' y el sopor, la pusilanimidad, que anula todo intento por subvertir el orden establecido, un largo devenir sin abrir la puerta a toda la abundancia de la rica historia, de las múltiples facetas de la identidad y la tradición, del enorme acervo cultural. Andújar es una ciudad en constante víspera, en persistente espiral de gatopardismo, ese principio expuesto a menudo que habla de cambiar todo, de renovar las cosas, para que luego nada cambie.

Mientras escribo estas palabras las aves mágicas del otoño vienen a mi garganta, van a llenar de gozo el sueño de unos días que ya rozan mi piel. Posa Andújar sus manos en el aire nuevo que llega y mirándome desde lo hondo de su cauce remoto quiere atravesar el fondo de sus entretelas con el viento hirviente de lava de la Arcadia. Llega el otoño y la ciudad idealizada escucha el eco que toca a maitines.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios