Humanidad en su grado máximo

La humanidad y solidaridad se derrochan a raudales en tiempos de crisis, como los actuales que se viven con la pandemia. También se reorganizan y adaptan a las exigencias y normativas y hace florecer y desempolvar el lado más altruista de las personas.

Estas son las sensaciones que se están viviendo en esta etapa de confinamiento en el Centro de Acogida e Inserción San Vicente de Paúl que ha seguido con sus programas «no se han podido llenar las 14 plazas al haber varias habitaciones dobles que no se han podido dar por guardar las medidas de seguridad», explica su responsable, Francisco Cubilla Reca, por lo que se he llenado con un máximo de 10 personas. «Los que iban viniendo de la calle estaba durante 14 días en su habitación confinados y se les ha ido tomando la temperatura y no compartían instalaciones comunes hasta que no pasara el periodo de cuarentena al comprobar que no tenían síntomas».

El programa de reinserción se ha venido desarrollando y los residentes han participado en los talleres de jardinería, mantenimiento del hogar y restauración de muebles. Lo único que no se ha abierto ha sido el lavadero de coches, que lo hará a partir del próximo lunes 11 de mayo, eso sí adoptando todas las medidas.

Todo el equipo de profesionales del Centro de Acogida dio negativo en las pruebas de Covid-19 (los voluntarios no han ido en estos días) «las personas empleadas se han volcado de lleno en esto días, porque su labor ha ido más allá de lo profesional han estado dispuestos para todo y quiero agradecer a ellos y a las personas acogidas, cuando mi padre enfermó», relata. Pues en esos días de ausencia del responsable, se limpiaron los jardines, se ha pintado el centro, se han realizado labores de desinfección «el apoyo que he recibido ha sido excepcional», confiesa Francisco.

Recuerdo para la persona que luchó en su construcción

El padre del actual responsable del Centro San Vicente de Paúl, Francisco Cubilla del Moral, falleció el pasado día 4 de abril en las primeras semanas de confinamiento. Ayudó a los albañiles a su construcción eb sus inicios, traía los alimentos, dormía por las noches e ideó el lavadero de coches, santo y seña del centro. Aparte de la pérdida de un ser querido, el drama se acrecentó e intensificó por no poder velarlo, solo pudieron estar tres familiares en el Cementerio «fue una pena muy grande, esto te marca y siento que mucha gente no lo pudiera despedir», comenta abatido su hijo.