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Lema de la frutería andujareña de Alberto. ANDUJAR IDEAL
NOS FALTAN DETALLES

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OPINIÓN ·

«Son muchos detalles los que constituyen el modo de ser andujareño»

ALFREDO YBARRA

ZAGUÁN

Domingo, 9 de junio 2024

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Un refrán anglosajón dice que: «El diablo está en los detalles». Este dicho viene a expresar que son aquellas pequeñas cosas que pasan por anecdóticas las que pueden hacer que algo tenga éxito o acabar siendo decepcionante. Se le atribuye a Leonardo da Vinci la frase que dice que, «los detalles hacen la perfección y la perfección no es un detalle».

Si pensamos en nuestro pueblo (o en cualquier otro lugar), los detalles, muchas cosas que parecen irrelevantes o insignificantes, lo que se puede catalogar como nimio, particularidades; esas cosas que dentro del vaivén local y de sus más o menos importantes actuaciones, de los grandes proyectos, de las grandilocuentes gobernanzas públicas, quedan difuminadas, son precisamente fundamentales. Son tal vez el ariete de la verdadera trascendencia.

Y digo esto porque ayer al ir a la frutería me asaltó en su fachada un detalle aparentemente baladí y anecdótico y a la vez simpático y admirable. Y no es un hecho aislado sino todo lo contrario. Situada en la esquina entre la calle Larga y la de los Civiles, Alberto, su regente, todos los días coloca a la puerta de su frutería un cartel con una frase motivadora que busca o piensa con ese fin estimulante. «Que tu meta hoy sea ganarle a tu mejor excusa. Por un buen día. Firma: El Frutero». Era la de ayer. Ya digo, es un detalle nimio, pero que sin embargo supone un guiño afable y alegórico de los tantos detalles que nuestra localidad necesita. Y es que precisamente en Andújar en general nos preocupan poco los detalles, cuando son éstos los que auténticamente conforman el carácter de la ciudad. Los pequeños detalles son los que marcan la diferencia entre una ciudad mediocre y otra relevante.

Hay muchos detalles que constituyen el modo de ser andujareño, que subrayan el urbanismo, la arquitectura, la cultura, el patrimonio (en todas sus variantes), la personalidad de Andújar. Pero sin embargo hay detalles que no son todo lo elocuentes que debieran y dejan entrever un espíritu local desdeñoso con esas pequeñeces que expresan la médula de la andujanía. Hablo de detalles que aun siendo indescriptibles dan cuenta de la identidad y de la cartografía emocional del lugar. Parafraseando a Julio Cortázar, son detalles, pero expresan una cosmovisión, una concepción de la médula iliturgitana. Hay que saber apreciar esas pequeñas cosas de nuestra localidad; las que están y las que faltan, las positivas y las negativas. Hay que saber descubrir esas pinceladas, a veces, casi imperceptiblemente vaporosas que son en definitiva las aldabas, el laurel y el cirio incensado de Andújar.

Ahí está nuestra alma, en los detalles significativos y en los detalles vaporosos y sutiles; como digo, reales y utópicos. Una luz apropiada en una esquina adecuada, un mural cerámico, en ese preciso lugar, con un texto de nuestros ilustres escritores; ese altozano con perfumes de la flora andujareña, un puente romano peatonal y regenerado en su contexto, como un oasis de nuestra idiosincrasia histórica y de nuestra apuesta de futuro. Una ciudad que recuerda con gran aptitud sus grandes hechos históricos, y a tantos de sus personajes célebres, y que promueve los bailes, las canciones, el vocabulario, los juegos, el arte y la artesanía local. Una ciudad con acciones solventes en defensa de las tapas, de la gastronomía tradicional…. Pero sobre todo Andújar adolece de esos detalles que surgen de unas actitudes que hay que saber aprender y en las que hay que imbuirse hasta la raíz.

Es muy significativo, por ejemplo, que un escultor de la talla de Antonio González Orea se subestime en ciertos ámbitos locales, incluso retirando a otros espacios algunas de sus esculturas que estaban en un primer plano de nuestros templos. Orea se inserta dentro del grupo de artistas giennenses que más relevancia han tenido en el panorama artístico del siglo XX, con creadores como Francisco Baños Martos, Miguel Fuentes del Olmo o Rodolfo Conesa, introduciendo la vanguardia en el panorama artístico provincial. Su obra escultórica como la de los demás citados significa un avance sobre el arte figurativo y se caracteriza por un estilo muy propio tocado por una mística espiritual.

No se trata, por ejemplo, de adecentar un monumento, sino de poner los cinco sentidos, sin anteojeras, en su contemplación, de no desdorarlo con nuestros alirones ombliguistas. Se trata de que Andújar alcance impar fulgor por sus detalles, que demos vuelo a ese algo inasible que la convierta en ardiente caudal misterioso, destilada pulsión de sonora caracola. La plenitud sólo se alcanza con los matices, con los detalles.

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