PORTADA DEL LIBRO 'CUENTOS DEL CIELO' ANDUJAR IDEAL

La enraizada vocación de José Toral

OPINIÓN ·

«Fue un jurista, poeta y un importante novelista, hijo del espíritu de la Generación del 98»

ALFREDO YBARRA

ZAGUÁN

Lunes, 16 de diciembre 2024, 13:20

Si en el pasado artículo de esta sección del periódico hablábamos de Enrique Toral Peñaranda, hoy de un modo indudable me corresponde hablar de su progenitor. Uno nos lleva al otro. El hijo fue un incansable biógrafo y divulgador de la obra de su padre, José Toral y Sagristá, jurista, poeta y un importante novelista que podemos adscribir dentro del aquella generación que oscilaba entre el realismo y el modernismo, hija del espíritu del 98. Y hablo de ellos porque en Andújar necesitamos salir de la anestesia y personas tan ilustradas como ellos inducen a sentir una ciudad nimbada de más altas reflexiones, pensada y mucho más decidida, sin tanta quincalla, sin tanta mentalidad espuria. Y en este caso José Toral nos lleva a un horizonte verdaderamente humanista.

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Nace José Toral el veinte de enero de 1874 en la calle Alhóndiga de Andújar. Fue el tercer hijo del matrimonio formado por Ramón Toral y de Bonilla y Concepción Sagristá y de Bonilla -primos hermanos- que eran de Jaén al igual que casi todos sus ascendientes. Ramón Toral, después de varios años como secretario del Gobierno Civil de Jaén, había fijado su residencia en Andújar, al ser nombrado delegado del Banco de España en esta ciudad. Huérfano de padre a los ocho años y de madre a los quince, marchó a Manila en 1891, recién terminado el bachillerato en compañía de su hermano Juan, algo mayor que él, y del nuevo jefe de la familia, su hermano Enrique, a la sazón Teniente de Estado Mayor.

En Manila estudió la carrera de Derecho en la Universidad de Santo Tomás, que simultaneó con un empleo en la Dirección General de Administración Civil y con el ejercicio del periodismo. En 1896 editó su poemario La musa y el poeta, y en 1897 y 98, en colaboración con su hermano Juan, los hermosísimos libros Tradiciones filipinas y El Sitio de Manila, memorias de un voluntario, ya que voluntarios fueron los hermanos Juan y José en la guerrilla de San Miguel en las campañas del general Lachambre, contra la insurrección y contra Los Estados Unidos. Curiosamente Tradiciones filipinas fue traducida al inglés y declarada texto obligatorio en los centros escolares por los norteamericanos. También se trajo de allí dos cruces al mérito militar.

Regresa a Madrid en 1901. En un ambiente hostil, con una profunda crisis política y social en una España sacudida por el colapso final de 1898 que nada quiere saber de los repatriados, empezó a trabajar como crítico literario en 'El Globo', periódico entonces de inspiración romanonista, en el que escribía Azorín con quien entabla una buena amistad. Pero después de publicar en 1904 el poemario Primeras Notas, José Toral, pronto abandona sus afanes literarios, para hacer oposiciones a notarías, logrando aprobarlas, con el número dos, en 1905, lo que le permitió ocupar la plaza que había dejado vacante en Madrid el renombrado Joaquín Costa, a quien le unió una estrecha amistad.

Abordó entonces un período 'de utilitarias conveniencias' en el que fijó su atención en temas jurídicos. Pero poco a poco su originaria vocación acaba por imponerse con fuerza avasalladora. En el verano de 1915 participaba como miembro del jurado y secretario en cinco de los temas de los Juegos Florales celebrados en El Escorial (en los que actuó como mantenedor el futuro Premio Nobel Jacinto Benavente) y un año después conseguiría el primer premio con la poesía Cadena sin fin. Todo ello se traduce en la publicación de algunos poemarios y una docena de novelas. Incluso quedaron manuscritas dos novelas más (El alma que todo lo vio y Una luz en el campo) y una pieza teatral (La condesa bruja. Leyenda dramática en cuatro actos, original y en verso). Según Sainz de Robles, «como poeta, pertenece Toral al modernismo más mitigado. Sus novelas son de temas fuertes, muy realistas, pero están escritas con mucha pulcritud y en una prosa rica y fluida». De toda su producción, podríamos señalar dos obras cimeras: Poemas en Prosa, publicada en 1921 y El Ajusticiado en 1923, esta última muy alabada por Azorín en la prensa del momento.

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José Toral y Sagristá fue heredero de una recia tradición humanista familiar, que continuó en su hijos Carolina, y Enrique. Tentado por la política se resistió porque se sentía un libre liberal, de ideas abiertas y tolerantes, estando en contra de todo arribismo. Fue un infatigable luchador por la justicia social. Manuel Urbano resumía sus principios señalando que: «El idealismo de nuestro autor es de un humanismo casi roussoniano. […]. Frente a la novela de la Generación del 98 y de la Generación del 900 […], considera tan posible como necesaria una novelística en la que se ahormen, una vez liberados de sus excesos, el romanticismo y el naturalismo». Pues eso, escrutemos el pulso señero de la andujanía.

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