
El cambio en la ciudad
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«He sentido una especie de sacudida proveniente de las profundas honduras andujareñas»ALFREDO YBARRA
Andújar
Lunes, 26 de junio 2023, 14:23
Por muchos motivos, y ya lo insinuábamos hace unos días, en la ciudad se percibe un cambio de ciclo, al menos es lo que aprecio desde mi personal y en este caso holística visión (contemplando Andújar como un todo integral).
Tal vez sea una simple impresión mía, tal vez sea real, algo telúrico, como un pálpito de lava azul o de esporas blancas, que se abre paso para dejar claro dónde está su astrolabio. He sentido una especie de sacudida proveniente de las profundas honduras andujareñas, un galope metálico ascendiendo a mi garganta, los cascos de los caballos sobre el légamo dispersando los lamentos mudos, abriendo las entrañas de la ciudad, tanto tiempo ignoradas, tanto tiempo desdeñadas. ¿Una sensación mía, un deseo, un cardiaco borbotón de la ígnea y sempiterna esencia de la ciudad, la que siempre ha mirado más allá de esos menguados pasos, tan fascinados por su arrebato costumbrista y prosaico? Es lo que siento en estos momentos: que algo va a cambiar.
Y los lectores que sigan estos espacios que modestamente redacto con la escasa percepción y saber que los dioses me han dado a entender, saben que por lo general me gusta discurrir buscando detrás del acontecer momentáneo, circunstancial y mediático, e inquirir en la intrahistoria de las cosas, en ese más allá contextual que las envuelve y, así, encontrarme con la tramoya, con las bambalinas, con el hálito de los guionistas y directores de escena; con los espurios o legítimos intereses que influyen en cualquier sociedad, y con ese acontecer de tantas personas particulares, con sus circunstancias, con sus problemas, con sus logros, con sus afanes, que en definitiva conforman el auténtico pálpito andujareño.
Eso es lo que trato de hallar: el aventado, poliédrico y diverso relato de Andújar. Y sobre todo trato de encontrarme con la ciudad literaria y mágica, con su metáfora, con la ciudad que se hace poesía por momentos, y música, y candor cerámico, místico barro o pulido mármol convertidos en afortunadas esculturas, y fascinante lienzo hecho trampantojo. Sí, necesito recorrer la Andújar de la historia cierta, sin distorsionar, la de los mitos que consagran y no engañan, la legendaria, aguerrida, instruida, debatiente, cosmopolita y audaz.
Por todo eso, este cambio de época que parece llegar, que ya digo que puede ser una espuria conjetura mía, no se produce en sí mismo sólo por el cambio político acaecido tras las elecciones municipales, que además tiene muchas e interesantes lecturas que pasado un tiempo habrá que repasar, con los suficientes argumentos sobre la mesa. La política, y su percepción ciudadana, tienen sus particulares razones. Pero, por ejemplo, en la sonada derrota socialista hay unos hechos, que creo han abundado en ella, propios de un guión cinematográfico, de un thriller.
Y por otro lado en Andújar hay unas circunstancias, digamos históricas, unos sesgos (he hablado en diferentes momento de ello en este mismo espacio), unas corrientes abisales, que desde hace décadas hacen que en la brújula local el norte fluctúe entre las breñas de un caudal fingido. Tampoco este cambio de ciclo tiene que ver solamente con la llegada del verano y las vacaciones escolares, también paulatinamente las laborales. No, no es sólo por el cambio arciprestal, tan notorio, y esa demostrativa simbiosis de Pedro Montesinos con la iglesia iliturgitana y la propia ciudad (era párroco desde 2007 y arcipreste desde 2013). Supongo que es como digo por algo más insondable.
Algo tiene que ver, sospecho, que escribo estas líneas en la noche de San Juan, influida por el solsticio de verano, una noche de rituales y tradiciones que tienen como objetivo atraer la buena suerte. Y estas mismas palabras, con la intuición de que Andújar comienza una metamorfosis interior, probablemente son, eso, el deseo de que la ciudad se reconvierta y deje el gatopardismo anímico, (el gatopardo es el título de la novela escrita por Giuseppe Tomasi de Lampedusa, entre finales de 1954 y 1957 y que fue llevada al cine por Luchino Visconti en 1963) principio, el gatopardismo, que consiste en cambiar todo para que nada cambie.
Tampoco creo que este cambio se produzca (aunque bien puede ser incentivo para ello) por las conquistas de tantas andujareñas y andujareños en distintas esferas académicas, profesionales, deportivas, literarias y artísticas. Sería muy extenso nombrarlos a todos, y además cometería el error de olvidarme de algunos; me apena ahora que lo menciono porque necesitamos referentes como ellos para comprender la Andújar de la amplia perspectiva, no la de la mirada corta. Sea una apreciación real o fantaseada necesitamos que Andújar se reencuentre consigo misma, con su auténtico ser histórico y cultural y desde ahí sería fundamental que reinventemos la ciudad, que busquemos la Andújar infinita, la de los altos sueños.
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