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Imagen de los 'poyos' de Santa Clara, el pasado viernes por la noche. J. C. GONZÁLEZ
Calores y claridades

Calores y claridades

OPINIÓN ·

«Andújar sufre tradicionalmente un intenso bochorno que de media sobrepasa los 40 o 41 grados en verano y no es extraño exceder los 45º»

ALFREDO YBARRA

ZAGUÁN

Lunes, 10 de julio 2023, 12:45

Parecen malos días para quien quiere pasearse la ciudad envolviéndose en su variopinto y pintoresco tapiz de patchwork, uniendo en su percepción toda esa diversidad de retazos de diferentes materias y calados que la conforman.

Los turistas y los nativos paseantes tienen que tomar sus precauciones. Cuando llega el calor Andújar se hace paladina de la calor más ostensible y estridente. Resignados los andujareños sobrellevamos con estoicismo unas temperaturas que cada año se recrudecen en grados y contexto. Andújar sufre tradicionalmente un intenso bochorno que de media sobrepasa los 40 o 41 grados en verano y no es extraño exceder los 45º. Y las noches, ¡vaya noches tropicales! que hacen que tras los bastidores hogareños se mueva un auténtico carrusel de insomnios sudorosos con las correspondientes exasperaciones y remedios caseros de cada quisque. Antonio Lomas, un 'séneca' iliturgitano, que sabe como nadie discernir la andujanía desde el observatorio privilegiado de su imprenta en la plaza de España, o plaza del 'Mercao', por su apasionada dedicación a la meteorología local, colaborador desde hace años de la AEMET (Agencia Estatal de Meteorología), es por méritos propios el 'hombre del tiempo de Andújar'.

Lomas sabe a través de su diaria observación y análisis a lo largo de los años de la estación local de la AEMET, de la que está encargado, como se las gastan las temperaturas estivales en este especial enclave embolsado entre Sierra Morena y el valle del Guadalquivir que es la ciudad iliturgitana. Hablar con él sobre estos temas (y tantos otros de la esencia andujareña) es descifrar apasionadamente todos los intríngulis, todas las teselas, de la personalidad de la ciudad.

Por cierto, he aludido el 'Mercao', y es que al referir esa plaza emblemática de la ciudad, ahora en plena remodelación, he caído en la cuenta de que estamos olvidando algo propio de la idiosincrasia local como es nuestra peculiar toponimia (que aunque tenga en algunos casos otra denominación, no es malo recordar o mencionar su raigambre), nomenclatura y vocabulario. Ahora a vuela pluma puedo subrayar, en cuanto al callejero: el Peso de la Harina, la calle del Arroyo, los poyos de Santa Clara, la calle La Plaza, el paseo Ondero …

Y en cuanto a nuestro rico vocabulario vayan expresiones como serviguera, la vística, 'ven acá pacá¡ 'se ha ajolillao', cuchi (como llamada de atención), sonsolica (sinónimo de mosquita muerta), chominá, (tontería), chominá que briegues (no te calientes la cabeza que va a dar lo mismo), saquito en referencia a un jersey; charipeo para referirse a una limpieza superficial, jarrucheo (remover sin ton ni son), hace más frío que pelando rábanos, cacharricos (atracciones de la feria); pejiguera, en referencia a una persona pesada; asaura (persona antipática). Y muchas expresiones más, y refranes. Y ese remoquete que se nos da (ya casi ni se escucha) de 'jarricas', por la forma de poner los brazos al estar con alguien.Pero volvamos a los calores. Decía que parecen malos días para el flâneur, para el paseante entregado a imbuirse de la ciudad, ojearla hojeándola, y deambularla. Y no es que quiera dármelas de pedante al argüir el término flâneur, sino que este término nacido literariamente en el XIX en París, se refiere a un modo diferente, de experimentar la ciudad. Consiste en acercarse a ella con la atención lo más despierta posible a fin de apreciarla como una inmensa acumulación de detalles, de matices, de contrastes sutiles, de huellas de distintos pasados, como una epifanía.

El verano es un estado del ánimo, efusivo, un trampantojo necesario, y en Andújar, un abrazo incandescente. Sin embargo nos deja ese soplo que extravía los rumbos y los destinos, que dilata el tiempo. Y eso es bueno para encontrar una Andújar diferente, la de la honda llama, la del ara donde se pronunciaron los dioses, la que sabe guardar su memoria de los alarifes corsarios, la del aceite con sabor a madre antigua, a semilla de espadaña. Y estos días, con su luz ardorosa, aunque parezca otra cosa, nos enseñan toda una claridad soñada donde vagar.

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