En los artículos que en torno a Andújar vengo escribiendo en estas páginas, en muchos de ellos me he detenido con cierta frecuencia en aconteceres y personajes que cincelaron en capital bronce una fértil historia que bruñe irrefutablemente el importante santo y seña de la ciudad. En el relato de estos trazos históricos intento deslizar una reflexión que considero significativa para como individuos y colectividad saber qué pilares guardan los bordes de nuestro camino. Se trata de ser conscientes de nuestra caudalosa identidad. Ahora que llega septiembre con esa gradual vuelta a la normalidad, con esa feria que remueve nuestra idiosincrasia y nuestra alegría más legítimas, bueno es embebernos en la savia feraz de la verdadera andujanía. En definitiva cuando escribo de nuestros anales se trata de buscar las razones para explicar la propia identidad, para comprender la concepción de nuestro ser colectivo, para entendernos, pero, sobre todo, para tener un criterio propio, de nutrida médula, a la hora de analizar las interpretaciones contradictorias que surgen sobre nuestro pasado, sobre nuestro día a día, sobre nuestra trascendencia.
Así, permitan, que aunque sea de un modo deslavazado siga señalando algunas efemérides y personajes en relación a Andújar. Este año se cumplen cuatrocientos cincuenta años del nacimiento, y cuatrocientos del fallecimiento, de Manuel de Castro del Castillo y Padilla, Manuel de Castro y Padilla, nacido en Andújar en 1573 y fallecido en Lima en 1623 según algunos cronistas y en 1622 según otros. Bautizado el 28 de diciembre de 1573 en la parroquia de Santa María la Mayor, era hijo de Alonso de Castro del Castillo, natural de Castrojeriz en Burgos y alcalde mayor de Andújar, y de doña Inés de Vera y Padilla, natural de Jerez de la Frontera. Abogado, licenciado en el Colegio Mayor San Bartolomé de Salamanca, embarca para América; en 1603 es nombrado Oidor de la Audiencia de Charcas (actual Bolivia), siendo con 30 años el jurista más joven en ocupar un puesto de ese tipo. Designado presidente de la Audiencia, el uno de noviembre de 1606 recibe el encargo de fundar la ciudad que con el tiempo se convertiría en Oruro y a la que dio el nombre de «Real Villa de San Felipe de Austria», en honor del monarca Felipe III. Seguramente se le encomendó esta fundación porque Manuel de Castro estudió toda la documentación acerca de aquel asentamiento y su valor minero, especialmente en cuanto a extracción de plata. Ya allí trabajaban tanto españoles como nativos, pero la corona española quería un aprovechamiento a mayor escala por lo que se planteó una ciudad de mayores dimensiones. Dejó escrito un tratado sobre las minas de Oruro.
Se casó en dos ocasiones: primero, con Isabel, hija de Pedro de Córdoba Messia y después, con una dama limeña, Ana María Isázaga y Zárate, siendo apadrinados por el virrey del Perú, don Juan de Mendoza y Luna. Tuvo una vida sentimental poco ordenada y así lo prueba una hija natural: Beatriz de Barrionuevo, nacida en Lima, la madre, Francisca Fernández de Córdoba oriunda de Lima, procedía de un linaje de sonado abolengo, de la rama principal de los marqueses de Guadalcazar. Castro sería trasladado a la Real Audiencia de Lima (11 de febrero de 1608) y allí fue suspendido por el virrey príncipe de Esquilache el 21 de febrero de 1620, en atención a haber contraído matrimonio con una mujer de su jurisdicción. Descendientes suyos ocuparon diversos cargos de responsabilidad en aquellos territorios de ultramar. Un nieto suyo, José de Castro Isázaga fue alcalde ordinario de Lima en 1676. Tuvo cuatro hermanos, de los cuales, uno de ellos, Luis Antonio, fue inquisidor de Lima 1627-1648. Oruro hoy cuenta con 553.000 habitantes. En la plaza central de Oruro se levanta un monumento dedicado a Manuel de Castro y Padilla. En Sevilla una calle lleva su nombre. En 1966 la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre editó un sello con la efigie de este ilustre iliturgitano.
Como bien dice Manuel Andrés Barea en su sustancioso blog Nombres para la historia de Andújar: «Una calle que recuerde en Andújar la importancia que al otro lado del océano tuvo este destacado paisano nuestro e incluso un hermanamiento con la ciudad de Oruro podrían hacer justicia a la historia.»
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