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Antonio Gala

Antonio Gala

El tiempo es un péndulo, o circular en todo caso. Y digo esto por esas modas que vuelven. La gala de los Oscar de este año en cuanto a la puesta en escena ha sido un poco volver la mirada a los ochenta. Vuelven a llevarse las gafas grandes de pasta. Los vaqueros desgastados, leggings, medias de fantasía, atrevidos minivestidos e incluso las poderosas hombreras. El estilo ochentero quiere inundar las calles, con looks atrevidos e inspirados en las tendencias musicales de la época, como el hip hop, el punk y el pop en su vertiente más colorida. Y digo todo esto porque de aquellos primeros ochenta resurge la voz de Antonio Gala.

ALFREDO YBARRA

Miércoles, 11 de mayo 2016, 06:25

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Me ha gustado siempre escucharlo. Tuve muy joven la oportunidad de estrecharle la mano, nada más, pero supuso para mí una inyección moral en esos sueños de escritor que un día quise construir. Sin yo buscarlo se metió en mí como esa brisa inseparable de las cumbres de mi sierras amadas. Y siendo un joven estudiante pude palpar su sensibilidad a la par que se me abrían los ojos del sentimiento literario y me bautizaba a fuego con los escenarios con sus obras "Anillos para una dama" y "Petra regalada" que se estrenaron en Andújar, tanto con los montajes del instituto, como con las compañías profesionales. He podido visitar su fundación cordobesa donde se beca a diferentes creadores jóvenes, en la que se respira un ámbito que nada tiene que ver con mindundismo cultural que nos rodea cotidianamente.

Gala nunca se ha ido, pero como buen comediante ha gustado jugar al tiovivo con los silencios. Félix Grande decía hace poco que Gala no es solo un gran poeta y novelista, sino "uno de los grandes profesionales de las frases improvisadas y fulminantes". Gala ha sido siempre fervoroso y entusiasta y un permanente manantial en la conjugación del amor. Su obra derrocha todo esto. El autor manchego de nacimiento y cordobés de plena asunción, enfermo de cáncer, decía no hace mucho que "hay que hacer reír y saber reírse; hay que hacer llorar y saber llorar y hay que saber decir adiós". Y como buen histrión también acaba de confesar que ahora quiere escribir una comedia sacártisca.

Quiero recuperar algo que hace escasamente un mes decía y es que el objetivo de la sociedad sea obedecer las premisas de una moneda, en lugar de defender "un amor, un proyecto o un propósito claro". Poliédrico, denostado por algunas de sus posiciones, el perenne bachiller, el efebo intacto, el divo, el soñador.

 

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